¿No quieres
votar, porque estas harto de la trampa gobiernera y consideras que votar sin
garantías es convalidar el fraude? ¿O quieres votar, porque crees que la pelea
es peleando, y que solo se conquistarán condiciones electorales justas
participando y exigiendo, y que ausentarse es precisamente lo que quiere el
régimen? En cualquiera de los dos casos es probable que tengas razón. Pero, también en cualquiera de ambos casos,
puede que a ese razonamiento le falte más, mucho más, para que eso que “te
provoca” hacer se transforme en una acción política eficaz contra la dictadura,
y no en mero “desahogo” individual.
TARDE SIEMPRE
El pasado 23 de
enero, hace hoy 27 días, la írrita constituyente madurista decidió convocar a elecciones
presidenciales “en el primer cuatrimestre de 2018”; El pasado 7 de febrero,
hace hoy 11 días, el Consejo Nacional Electoral oficializó la convocatoria a
elecciones presidenciales para el próximo 22 de abril. Sobre esas convocatorias ya se han pronunciado
muchísimos actores, dentro y fuera de Venezuela: Desde los 14 países del Grupo
de Lima hasta los 28 estados de la Unión Europea; Desde las organizaciones no
gubernamentales hasta los ciudadanos de a pie.
Los únicos que –al menos hasta el momento de escribir estas líneas- han
mantenido un curioso, exasperante y ciertamente irresponsable silencio, son los
que, curiosamente, se ven interpelados directamente por esa convocatoria: los
partidos políticos que “deberían” integrar la dirección política de la sociedad
democrática venezolana.
EL SILENCIO NO
EXCUSA, ¡ACUSA!
El silencio
también es un discurso. En algunos casos, el silencio puede ser producto de la
discreción, la prudencia, la necesaria cautela en el abordaje de temas que, por
su delicada y explosiva naturaleza, requieren de mucho debate y amplia
consulta. Pero ocurre que el silencio igualmente puede ser el resultado de la
incapacidad y el oportunismo: La
incapacidad de quienes, debiendo orientar a la ciudadanía democrática, están
tan desorientados ellos mismos que lo único que logran es contagiar su propio
desconcierto; El oportunismo de los que,
sabiendo claramente lo que hay que hacer, prefieren callar antes que enfrentar
“matrices de opinión” populares hoy, desacertadas mañana, suicidas siempre…
¿QUÉ QUEREMOS
QUE PASE EL 22A?
Seremos entonces
los ciudadanos, huérfanos de “dirigencia” pero llenos de sentido común, lo que
tendremos que responder la pregunta: ¿Qué es lo queremos? O, más concretamente,
¿Qué queremos que pase el 22 de Abril?
¿Queremos que se repita el escenario del
pasado 10 de diciembre,
cuando en las elecciones municipales participaron unos partidos de oposición y
otros se abstuvieron de hacerlo, creando una confusión mas desmovilizadora que
las propias trampas del régimen? ¿No, verdad? Entonces la decisión de los partidos sobre participar o no hacerlo
tiene que ser UNITARIA y sin más dilaciones.
¿Queremos que se repita el escenario del pasado
15 de Octubre, cuando la
dirección partidista de la oposición llamó a votar pero no tomó las previsiones
necesarias para defender ese voto, siendo incapaz de enfrentar y denunciar el
fraude? ¿No, verdad? Entonces la
decisión de los partidos, si consistiera en llamar UNITARIAMENTE a votar,
debiera incluir también todas las previsiones para hacer del acto del voto
parte sustancial de una estrategia para convertir en poder político la mayoría
social que hoy somos, con un candidato que sea el rostro de la UNIDAD
NACIONAL, más que candidato un LIDER Y VOCERO que –con todos los partidos y más
allá de estos- articule la lucha de todo el país por verdaderas elecciones
libres y contra el hambre, respaldado por una maquinaria UNITARIA capaz de
obtener y defender el triunfo como se hizo el 6 de diciembre de 2015, o de
denunciar de manera irrebatible el fraude, profundizando la deslegitimación del
régimen.
¿Queremos que se repita el escenario del
pasado 30 de Julio,
cuando la dirección política de la oposición llamó a abstenerse, a no
participar en las elecciones de la Constituyente, y en consecuencia –sin
miembros ni testigos opositores en las mesas de votación- el régimen pudo decir
sin que nadie lo desmintiera que habían votado mas de ocho millones de
venezolanos? ¿No, verdad? Entonces, si
la decisión UNITARIA de la dirección partidista de la oposición fuera no
participar en las elecciones del 22 de Abril no bastaría con llamar a
abstenerse (abstenerse no es hacer algo, es simplemente “dejar de hacer”): Habría que postular un “candidato X”, un
candidato simbólico, un candidato anti-proceso electoral, un candidato que no
aspire a ganar esas elecciones sino que actúe desde adentro para demostrar el
carácter fraudulento de las mismas.
Un anti-candidato
en realidad, porque -al no llamar a votar por nadie, ni siquiera por sí mismo-
no tendría votantes pero SI tendría testigos y miembros de mesa, atentos y
formados para vigilar, denunciar y desenmascarar el fraude. Además, la campaña de ese “anti-candidato” (centrada
no sólo en demandas electorales, sino en la crisis económica, en el hambre de
la gente, en su dolor y su rabia) podría servir para reagrupar y reorganizar a
la hoy dividida dirección política opositora, y para re-entusiasmar a su hoy
desmoralizada y desencantada base social.
A UN AÑO DEL 17F: RECONSTRUIR LA UNIDAD PARA
RESCATAR AL PAÍS
Hace exactamente
un año, el 17 de Febrero de 2017, me dirigí al país por última vez como
Secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática. En esa ocasión hice pública la decisión a que
habían llegado los partidos que integraban la coalición: Eliminar la única
instancia organizativa con que contaba la alianza, la Secretaria Ejecutiva, y
su sustitución por un esquema de equipos múltiples y vocerías rotatorias. Según el analista Michael Penfold, “la capacidad de coordinación
política de la MUD fue desmantelada al eliminar su Secretaría Ejecutiva” (http://prodavinci.com/todo-pasa-por-dominicana/). Más allá de esa afirmación, hoy esta a la vista de todos el cúmulo de
derrotas que aquella decisión generó.
Ahora nos toca a todos los venezolanos
recoger los vidrios rotos del inmediatismo y el mesianismo, reconstruir el
vitral de la esperanza democrática y fabricar -al lado del dolor y de la
voluntad del pueblo- las victorias del futuro. ¡Palante!