Columna publicada originalmente el domingo 16 de Julio 2017 en los diarios La Voz y 2001
El
domingo 16 de Julio quedará para el futuro como un día histórico porque, más
allá de los particulares resultados de la jornada, será la fecha que recuerde
como, a pesar de tener al régimen y a otros actores menores (menores en poder
de fuego, pero no en irresponsabilidad) azuzándolo para tomar los amargos
atajos de la violencia, el pueblo venezolano prefirió siempre votar, aún si
para ello tuvo que pasar por encima de un "poder electoral"
convertido en contumaz saboteador de elecciones.
Porque
eso es lo que está ocurriendo hoy: El país inmenso, ese país que no suele
participar ni en los mítines oficialistas de la Av. Bolívar ni en las marchas
opositoras que nunca llegan a su destino; Ese país gigantesco que rechaza a Maduro
aunque aún no se sienta expresado cabalmente en una propuesta opositora todavía
difusa; Ese multitudinario país que quiere cambio con estabilidad, cambio con
paz, cambio con reconstrucción, que no quiere cambiar una histeria por otra o
un sectarismo rojo por otro de ningún otro color, ese país mayoritario salió
hoy a votar.
Si:
A VOTAR. No la "defender la revolución". Tampoco a "incrementar
la escalada". Venezuela salió masivamente a votar para decirle a toda la
clase política cuál es el camino que la mayoría quiere y apoya: No el del
chantaje madurista, para quien la paz es sinónimo de sumisión; Tampoco el de
los supuestos radicales opositores, para quienes la paz es casi una mala
palabra porque presuntamente busca "enfriar la calle".
La
inmensa mayoría nacional, el país descontento (que es muchísimo más grande que
el país sumiso y hasta más grande que el país que protesta) quiere cambio, si,
pero no un cambio "como sea", para utilizar las desafortunadas
palabras del déspota: El cambio que quiere la inmensa mayoría de los
venezolanos es un cambio EN PAZ Y POR LA PAZ, y ese es el mandato que hoy
saldrá de las urnas. Tal afirmación es legítima no solo porque la respuesta
afirmativa a las tres preguntas de la Consulta Nacional reiteran la búsqueda del
cambio en paz a través de la No Violencia activa, sino por el más elocuente
discurso, el discurso de los hechos: Si la inmensa cantidad de gente que hoy se
movilizó a votar estuviera de acuerdo con un cambio violento hubiera acudido
antes, con la misma masiva asertividad, a cualquiera de las convocatorias
que se realizaron bajo el signo de la confrontación. Pero no fue así
porque la mayoría quiere un cambio construido con los votos del pueblo, no con
la sangre del pueblo. La movilización de hoy es la mejor prueba de ello.
Por
todo ello, serán vanos los esfuerzos patéticos de Maduro, que intentará
ignorar, negar y quizá hasta ridiculizar el éxito de la jornada, como vanos
serán también los intentos de otros que pretenderán utilizar los resultados del
16J como supuesto argumento para agudizar la confrontación e "incrementar
la escalada". Unos y otros estarán haciendo una lectura parcial, sesgada,
interesada, del 16J. Y, por ello, insuficiente e incorrecta.
La
verdad verdadera es que ese inmenso país que jamás salió a apoyar al régimen
pero que tampoco salió jamás a "guarimbear" hoy salió a votar porque
precisamente eso es lo que quiere: No un "sangrero" sino un cambio
pacífico, no un "quien sabe" sino un rumbo seguro, no un
"desenlace" sino una transición.
Y
para eso hace falta un liderazgo de verdad, con talla de estadista. Un
liderazgo que no se equivoque hoy al interpretar el 16J como ya antes se
equivocó al valorar el 6D. Un liderazgo, en fin, que en vez de tener la
impaciencia para tratar de "provocar el desenlace", tenga la calidad
necesaria para construir la transición.
Ese
es el voto que el país ha dado, en las urnas y en la calle. Palante!
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