Venezuela no esta ya al borde del precipicio, sino “cuesta abajo en la rodada”. Ver al gobierno dividido, con un sector saboteando sangrientamente en El Junquito lo que otro sector intenta pactar en Santo Domingo, revela que no sólo el país se le fue de las manos al régimen, sino que éste es incapaz de controlarse a si mismo. “Amarren a sus locos”, dice la oposición. Muy difícil, cuando son “los locos” los que tienen el poder de fuego y el poder político para maniatar a las instituciones, asesinar a los ciudadanos, atropellar a sus familiares e imponerle una “política de hechos cumplidos” a todo el oficialismo. A Maduro solo le queda, por ahora, el triste papel de sumarse tardíamente al desmadre, para simular penosamente que aun esta “en control” de algo…
“Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada”, fue consigna repetida en distintas ocasiones por Chávez y por la oposición democrática. La Constitución no es sólo un libro o un contrato, es la red de emergencia que puede salvar a un país que ha tropezado y caído. Pero a Venezuela le quitaron esa red. El régimen se dotó de una “Constituyente” (convocada por quien no debía, electa de manera irregular, funcionando en medio de un abrumador repudio y desconocimiento nacional e internacional) y ahora el texto constitucional sólo rige para algunos venezolanos de a pie, mientras los caprichos del poder son elevados a la fantasiosa e írrita condición de “decretos” o “leyes constituyentes”. El régimen empujó el país al barranco y le quitó la red que podía salvarlo, y apenas ahora algunos de sus miembros se dan cuenta de que también ellos van dando tumbos hacia lo profundo del precipicio.
En la misma semana en que asesinan con tiro de gracia a
Oscar Pérez y a sus compañeros, en el mismo tiempo borrascoso en el que
fallecen ahogados cinco balseros venezolanos que huían del hambre hacia
Curazao, en el mismo enero venezolano en que cuatro ciudadanos en Mérida, uno
en Portuguesa y otro en Vargas son asesinados en disturbios por hambre, representantes de los cuatro partidos “menos
pequeños” de la oposición venezolana se reúnen para discutir la supuesta
urgencia de unas “elecciones primarias”, como si zanjar las disputas por el
liderazgo en la oposición fuera más importante que la construcción de una gran
consenso nacional, político y social, para detener la crisis e iniciar la
reconstrucción de una Venezuela hoy despedazada.
Pese a la hegemonía comunicacional del gobierno y por encima
del desordenado discurso político de los distintos sectores de la hoy
lamentablemente dispersa oposición, la realidad-real del país es evidente para
todos los que no están cegados por las gríngolas de las ambiciones políticas o
de las apetencias de la rapiña económica: Venezuela hoy esta tan destruida como
la casa en que sitiaron y asesinaron a Oscar Pérez y a sus seis compañeros.
En efecto, desde los habitantes de los barrios más humildes de Caracas hasta los tenedores de bonos de la deuda venezolana que en Nueva York, Londres, Madrid, Moscú o Beijing siguen con inquietud los sucesos del país, todos tienen claro que el estado actual de la crisis política, social y económica venezolana es insostenible. Y todos saben también que el estado “insostenible” de la crisis venezolana abre las puertas para que la misma cambie para peor, hacia escenarios de mayor violencia política, de más precaria convivencia social y de mayor penuria económica, el país ideal para los estafadores y asesinos. Igualmente, todos saben que para que la salida de la crisis sea hacia un escenario de reconstrucción económica, paz social y estabilidad política, hacia el país ideal para los ciudadanos, esa salida debe ser pacífica para que sea sostenible y negociada para que sea pacífica.
De manera que la palabra clave es “negociación”, la que haga
posible el carácter pacífico de la salida política para garantizar así la
sostenibilidad de la misma, creando de esa manera el marco de gobernabilidad y
gobernanza necesario para la reconstrucción del país.
Los factores fundamentales de esa necesaria negociación son
actores POLÍTICOS, entendiendo por tales incluso a actores militares o
económicos que tienen una evidente relevancia y peso político en la actual
crisis venezolana. Independientemente de
que su accionar pueda ser calificado como “autoritario”, “populista”,
“democrático” o con cualquier otro adjetivo, todo actor político desarrolla su
accionar en el escenario de la opinión pública, y así como el actor impacta la
opinión pública, ésta también puede condicionar e influir en la conducta y
discurso de los actores...
En el caso de la actual crisis venezolana, como consecuencia
de diversos factores (tradición y cultura política signadas por el lastre del
militarismo, carácter autoritario de la actual hegemonía gobernante, errores
reiterados de la oposición democrática, etc.), existe un muy difundido
escepticismo sobre la viabilidad de una salida política, es decir, pacífica y
electoral a la actual crisis. Pero los recientes sucesos ponen de relieve una
verdad inmensa: Los principales
beneficiarios de ese escepticismo son los factores delincuenciales que,
enquistados en el poder, estarán siempre en contra de toda solución política
porque sólo en el ámbito de la fuerza bruta y de los negocios turbios ellos
tienen, literalmente, poder de fuego y poder económico. No tienen pueblo ni el apoyo de la Ley, solo
tienen balas y dinero sucio. Por eso no quieren negociación política, sino
violencia sangrienta, como la ejercida criminalmente el lunes pasado en El
Junquito.
A veces parece imposible reconstruir la esperanza. A veces
olvidamos que hace sólo dos años derrotamos al régimen con sus mismas reglas,
su mismo CNE y su mismo Plan República. Pero
aun en medio de este desastre hay luces que señalan el rumbo: El valor de los
familiares de los asesinados, que convirtieron su dolor en fortaleza; La
insobornable verticalidad de los obispos venezolanos, que cumplen su labor de
líderes espirituales desafiando las amenazas y la grosera prepotencia del
poder; El trabajo incansable y la palabra valiente de líderes políticos de
verdad como Delsa Solórzano, cuyo testimonio de vida es el mejor ejemplo de que
si se puede derrotar simultáneamente al régimen totalitario y al narcisismo
ególatra de las cúpulas partidistas de la oposición, son señales contundentes de
que si se puede.
¡Claro que si! ¡Palante!
La negociación requiere voluntad de quienes representan los intereses en conflicto. La camarilla gobernante no cree en eso. Impone y sino usa las balas y la cárcel. Es lamentable para el país.
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