sábado, 29 de junio de 2013

ACERCA DEL VERBO "MALANDREAR"... Y OTRAS RAZONES DE ESTADO


El señor Juan va escaleras arriba, rumbo a su casa, en la parte media del cerro. Lleva en las manos dos bolsitas con alimentos en los que dejó casi toda la quincena, y pensando en eso sólo cuando ya es demasiado tarde advierte que, en un recodo de la tortuosa vía ascendente, cuatro sujetos están en una especie de alcabala, disfrazada de mesa de dominó.

Juan endurece el gesto, acelera el paso y trata de mirar hacia otro lado, pero el individuo que está más cerca de la escalera se para del taburete, se levanta la franela para exhibir la culata de un arma y le dice: “¿Que fue, viejo, vas a corré?”. Juan lo mira, con más dolor que susto, porque reconoce en aquel rostro amenazante al mismo niño que él vio crecer en esas escaleras y callejones. “¿Qué me ves, viejo, que me ves?”, le increpa el malandro, y Juan baja la vista. “Estos becerros le ven la cara a uno y después salen por allí a sapeá, a decí que uno los roba y tal. Lo que provoca es dales un tiro pa que sean serios…”  No tiene más de 17 años, y más o menos esa debe ser la edad de sus tres compañeros, que lo llaman para que retorne a la mesa. Uno de ellos, con cierta voz de mando, deja claro el objetivo de la alcabala: “Vente pue, no quiero comiquita. Estamos aquí pa canta la zona, pa más ná. Deja al viejo que suba pa su gajo pa que se limpie la cagazón que tiene. Con periódico será, porque papel tualé no hay!”. Un coro de risotadas brutales celebra el sarcasmo procaz, y cuando el Sr. Juan cree que por fin puede seguir su camino, el sujeto que lo había interceptado lo vuelve a detener: “Okey, pero no te vas liso. A mí me gustan esos zapatos. Quítatelos.” Juan, que a sus 35 años asume como normal que malandros adolescentes le digan “viejo”, respira hondo, mira sus zapatos y se felicita por haberse calzado en la mañana los mocasines y no las botas, pues pudo ahora sacarse los zapatos sin agacharse para desatar trenzas: Le hubiera aterrorizado tener que arrodillarse ante el sujeto armado, adoptando la posición de los ejecutados. Ya en calcetines, aferró las dos bolsitas del mercado y empezó a subir lentamente, sin voltear atrás, diciéndose “será lo que Dios quiera”, y esperando en cualquier momento un impacto en la espalda.

Pero no fue esa la noche final de Juan. El malandro recogió los zapatos (“¡Están fiiinos!”, dijo) y se sentó de nuevo en la alcabala-mesa de dominó. El sábado siguiente Juan bajó con sus dos hijos, a llevarlos a la práctica de beisbol en el equipo de ligas menores en que los inscribió desde que tuvieron fuerza para sostener un guante, y en el terminal de la “ruta troncal” que presta el servicio de transporte en su barrio se encontró con el malandro. El malviviente, que tenía puestos SUS zapatos, también lo reconoció. No dijo una palabra, pero su mirada desafiante y su inmensa sonrisa irónica lo decían todo. Aquellos dos gestos juntos significaban: “¿Qué vas a hacé? ¿Te vas a poné cómico?”. Juan lo ignoró, tomó de la mano a sus niños y abordó el rústico que lo llevaría a la estación del Metro y de allí al campo de beisbol, ese espacio en el que le gustaba soñar que sus chamos podrían llegar a las grandes ligas, y salir de la miseria a punta de batazos, buenos fildeos, mucho trabajo y amor del bueno.


PASA EN EL BARRIO, PASA EN EL DESFILE...

Malandrear: Acción y discurso del que atropella derechos de terceros, violando leyes, normas morales, usos y costumbres. El perpetrador usualmente lo hace apoyado por la fuerza y amparado por la impunidad”.

Esa podría ser una definición académica del verbo “malandrear” que se ajusta exactamente al comportamiento del sujeto que le arrebató los zapatos a Juan: Se los quitó no porque la Ley o la tradición lo autorizara. Lo hizo porque podía, porque tenía un arma en la cintura y tres compinches a pocos pasos. Se los quitó en la certeza de que ninguna autoridad actuará para sancionarlo y reivindicar los derechos del agredido.

Esta conducta, repudiable cuando la ejerce un delincuente en un barrio, lo es más cuando se despliega desde los ámbitos donde, paradójicamente, se debiera proteger a los ciudadanos de los malandros. En efecto, algo similar ocurre cada vez que un burócrata, con o sin uniforme, dice que la Fuerza Armada Nacional es “socialista” y “chavista”, violando el artículo 328 de la Constitución Nacional, que textualmente define a esa institución como “esencialmente profesional, sin militancia política” estableciendo además que “En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna….”.

Si esto es así, si la Constitución establece expresamente que la Fuerza Armada no puede ser “socialista”, ni “socialdemócrata”, ni “democratacristiana”; Si la Constitución establece que la FANB no puede ser “chavista” ni “caprilista” ni adscrita a ningún personalismo… ¿Porqué lo hacen? ¿Por qué vimos ese espectáculo lamentable el pasado 24 de Junio? ¿Por qué probablemente veremos su repetición el próximo 5 de Julio? La respuesta es la misma que para el sujeto que le robó los zapatos a Juan: Lo hacen porque pueden, porque tienen las armas y la impunidad.
 

Lo mismo ocurre cuando una Ministra de Salud se niega a revelar información epidemiológica que por definición es PÚBLICA; lo mismo pasa cuando un Ministro de Educación Superior quiere obligar a las universidades autónomas a firmar una “convención colectiva única”, violando la Ley de Universidades y las Normas de Homologación; Lo mismo sucede cuando los obreros de empresas estatizadas no logran que las Inspectorías del Trabajo hagan valer sus derechos antes el Patrono Gobierno; O cuando 61 agresiones de encapuchados a la UCV permanecen sin castigo… En todas y cada una de esas situaciones la Ley y la Constitución son violadas por burócratas que, con uniforme, corbata o capucha, tienen por ahora el poder de la fuerza y el amparo de la impunidad, y los usan para agredir los derechos del pueblo, avergonzando de paso a la mayoría honesta que trabaja en esos despachos e instituciones.


No se han dado cuenta que este pueblo se hartó del malandreo y de los malandros, y ha optado por construir una Venezuela en la que familia, educación, trabajo y respeto sean los valores que enmarquen la convivencia.

¡Y eso, eso no lo para nadie, damas y caballeros!

¡Palante!

domingo, 16 de junio de 2013

PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN LA CÁRCEL...


       A mi padre Laureano Torrealba, revolucionario de verdad
que fue preso político, perseguido y desterrado…

El señor que me acompaña en la gráfica es un padre, un padre venezolano. Un padre que luchó a abrazo partido por sacar adelante a sus hijos. De esa época en que era un orgullo criollo el definirse como “pobre, pero honrado”, este padre con esfuerzo, trabajo honesto y mucha dedicación logro que sus hijos salieran adelante.

PADRE QUE ORIENTA...

Cuando la niña se graduó de bachiller tuvo una conversación con su padre, buscando orientar su vocación. La joven en principio se sentía inclinada a estudiar letras, literatura. Pero la palabra paterna la convenció del riesgo que significa en un país como el nuestro poner a depender el diario sustento de una carrera humanística. De esa conversación nació la decisión de la muchacha de transitar el camino del Derecho, de la Justicia.

El consejo de este padre llevó entonces a la ya señorita a ingresar en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, estudios que culminó con éxito. El orgulloso padre pudo ver como su hija se transformó en abogado litigante, primero, y luego observó como su búsqueda de justicia la llevo a convertirse en una servidora pública destacada, llegando a desempeñarse activamente como consultora jurídica de la antigua Policía Técnica Judicial, aquella “petejota” tan prestigiosa que hasta los malandros respetaban. Expertos en resolver “cangrejos”, la PTJ venezolana fue modelo e instructora para que en muchos países latinoamericanos surgieran policías de investigación criminal. En una institución de esos kilates, la hija de este padre se desempeñó durante ocho largos años de servicio público.

PULCRA CARRERA JUDICIAL

Tan eficiente fue su labor en esa institución que cuando en el año 2001 la ya experimentada mujer de leyes tuvo la posibilidad de ingresar como juez provisoria a la carrera judicial, la PTJ -para entonces ya denominada CICPC- no le aceptó la renuncia y la mantuvo vinculada en “comisión de servicio”, resignándose a dejarla ir sólo cinco años después, en la ocasión en que logra por concurso convertirse en titular del cargo, tras presentar rigurosos exámenes, toda una hazaña en estos tiempos de “justicia bolivariana” en que la inmensa mayoría de los jueces son provisorios.

Para este padre el que su hija fuera juez era todo un orgullo. Y más orgulloso estaba de que el vehículo más modesto del estacionamiento del Palacio de Justicia fuera el pequeño “Corsa” de su hija, el primer carro que ella logró comprarse en su vida, precisamente con el incremento que en sus ingresos significó el magro sueldo de juez.Quizá por haber tenido el padre que tuvo, quizá por haber tenido la formación católica que recibió, quizá por ser juez titular que obtuvo ese puesto no por “favores del partido” sino por haber ganado el concurso respectivo, lo cierto es que esta dama de la justicia siguió dando a su padre y a toda su familia la satisfacción de una bien ganada reputación de rectitud, rigurosidad y apego a la Ley. Y así fue, hasta que en un día del año 2009, tres años después de convertirse en juez titular, llego al tribunal a su cargo un caso que todos los demás jueces rehuían...

INJUSTICIA CONTRA UNA JUEZ

Sí. El asunto era de cuidado: Un ciudadano estaba preso, sin juicio alguno, desde hacía más de dos años y diez meses (plazo máximo de detención preventiva previsto entonces por el Código Orgánico Procesal Penal). Tan escandalosa era la situación que el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Organización de las Naciones Unidas había calificado esa detención como ilegal y arbitraria. Los abogados del “preso sin juicio” solicitan a la juez de la causa una medida sustitutiva de la privación de libertad. Como la Constitución establece la presunción de inocencia y, en consecuencia, el juicio en libertad como norma para la mayoría de las causas penales; Como la Ley establece para las “detenciones preventivas” un lapso menor al que el “preso sin juicio” ya llevaba en prisión, y como un organismo internacional del que Venezuela forma parte solicitaba la restitución de los derechos violados a ese ciudadano, la Jueza, en ejercicio de sus atribuciones legales y constitucionales, procede a dictar una medida cautelar sustitutiva, consistente en presentación al tribunal cada 15 días, prohibición de salida del país y retiro del respectivo pasaporte.

Esa actuación de la juez desencadenó una tormenta sobre ella. El mismo día que emitió la sentencia fue hecha presa, sin orden judicial ni proceso disciplinario alguno. Pocos días después el mismo Presidente de la República apareció en cadena nacional pidiendo para la juez “30 años de prisión”. Rompiendo con la práctica usual en Venezuela y en muchos países del mundo de no recluir a jueces, fiscales o policías en las mismas cárceles en las que pagan condena aquellos delincuentes que por ellos fueron detenidos, procesados o sentenciados, por el evidente riesgo que para sus vidas tal circunstancia implicaría, esta juez fue recluida en la Cárcel de Mujeres de Los Teques, donde estaban presas muchas delincuentes sentenciadas en su tribunal. Vueltas horrendas de la vida: Ahora era la jueza la que se había transformado en “presa sin juicio”.

VENEZUELA MORDIDA POR LA VENGANZA

Durante casi cuatro años este padre conoció la amargura de saber que su hija anochecía y amanecía en una prisión injusta en la que su vida peligraba cada segundo. Las amenazas y agresiones fueron numerosas. Vejámenes y abusos fueron tan degradantes que preferimos rechazarlos sin mención expresa. Ver como su hija era objeto de una sistemática agresión física, psicológica, emocional y procesal tuvo que haber sido devastador para este padre. Sin embargo, junto a su hijo, junto a su nieta, junto a todo el país decente, él siguió paso a paso el calvario que la entereza moral de su hija supo transformado en cátedra de moral.

Desde 2009, el de éste 2013 es el primer Día del Padre que pues pasar este papá abrazado con su hija. No es éste, sin embargo, un “regalo”. Es una conquista. Su hija está en libertad condicional desde el pasado viernes 14, aunque SIEMPRE debió estar en libertad plena. Y esa libertad condicional es el resultado de la fuerza moral de una mujer venezolana, y de la solidaridad que ese coraje convocó incluso más allá de nuestras fronteras. 

Ese padre que me acompaña en la foto es, ya lo sabe usted, Nelson Afiuni, el padre de la jueza María de Lourdes Afiuni y de Nelson Afiuni, el hijo que usualmente actúa como vocero de la familia en lucha...


EN EL NOMBRE DEL PADRE, DE NELSON, DE IVAN...

Hoy, Día del Padre, va nuestro saludo a Nelson y a todos los padres cuyos hijos son presos políticos, y a todos los presos políticos que, como Iván Simonovis, son padres separados cruelmente de sus hijos. La Venezuela de la justicia pronto sustituirá a este país mordido por la venganza, y ustedes estarán en la calle, en sus casas, abrazando a sus hijos y dando luz a su país.

Padres nuestros que están en la cárcel, como residentes forzados o en dolorosa visita. La hora de la libertad se acerca. 

¡Palante!