Vamos a dejarlo claro de una vez: Si en este país llega a “pasar algo”, como teme una cantidad cada vez mayor de venezolanos; Si el actual panorama de incertidumbre e ingobernabilidad desemboca en una situación de violencia aun mayor a la que ya vivimos; En fin, si nuestro país tiene la inmensa desgracia de volver a pasar por momentos como los vividos el 27 de febrero de 1989, el 4 de febrero de 1992, el 27 de noviembre de ese mismo año o el 11 de abril de 2002, fechas todas en que la sangre de los venezolanos tiño las calles por la ambición de algunos y la ceguera de muchos... Si una horrenda desgracia como esa ocurriera en nuestro país no sería por “razones ideológicas”. Llamemos las cosas por su nombre: Si en este 2013 convulso nuestra nación viera fracturada la muy precaria paz en que vive, la única causa real de tal desgracia y de sus terribles consecuencias sería la mediocridad galopante de TODA nuestra clase política.
LA MEDIOCRIDAD CONVIRTIÓ LA ENFERMEDAD DE UNA PERSONA EN CRISIS DE ESTADO...
En efecto: Si, por ejemplo, hace 60 días se hubiera dado cumplimiento a la letra de la Constitución Nacional (y a las instrucciones dejadas en cadena nacional el 8 de diciembre por el Presidente Chávez), el Presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello habría asumido como Presidente Encargado en virtud de la ausencia temporal del Presidente Electo. Ese Presidente Encargado habría podido, con perfecta legitimidad, nombrar un nuevo gabinete O RATIFICAR AL ANTERIOR, con lo que el Vicepresidente de la República Nicolás Maduro habría podido continuar en sus funciones con apego a la Constitución y la Ley. Al mismo tiempo, habrían empezado a correr los lapsos que la Carta Magna establece para que la ausencia temporal del Presidente Electo se transforme en ausencia absoluta, con lo que la convocatoria a nuevas elecciones seria el resultado de un proceso normal, legal, EN PAZ, y no un rumor o el resultado azaroso de tortuosas negociaciones entre grupos en pugna por un botín llamado Venezuela.
Ahora bien: ¿Qué pasó? ¿Por qué, en medio de la indudable crisis generada por la ausencia fáctica del Jefe de Estado, no se acudió al camino señalado por la Constitución y por el mismo Presidente Chávez? La respuesta la conocemos los venezolanos: ¡Por mediocridad! Diosdado no confía en Maduro, Maduro no confía en Diosdado, y ambos (conscientes de que no tienen liderazgo propio, de que sin la sombra de Chávez y el apoyo del poder no serían capaces de ganar ni unas elecciones en una junta parroquial) no confían en nadie más. Esa mediocridad ha condenado al país a vivir más de 80 días sin Presidente, con todas las consecuencias que en materia de gobernabilidad eso implica.
Frente a un oficialismo dividido, generador de incertidumbres, incapaz de generar confianza, que no se pone de acuerdo ni siquiera para mentir (como cuando por un lado dijeron que “el Presidente no puede hablar” y por el otro afirmaron que “estuvieron hablando con el cinco horas”, etc.), frente a un oficialismo así era esperable que se levantara ante el país una oposición que precisamente inspirara confianza por su unidad, coherencia y asertividad. Una oposición que dijera al país: “El oficialismo solo genera anarquía y confusión. Nosotros somos garantía de estabilidad, seguridad y confianza. Para eso tenemos el proyecto de país que está en la Constitución; tenemos un plan de gobierno que promueve la creación de empleo estable, bien pagado y de calidad; tenemos un candidato que es el venezolano que ha sacado más votos en la historia, solo detrás de Hugo Chávez, y ahora Chávez no está. Tenemos, en fin, a un equipo inmenso para sacar adelante al país, integrado por los hombres y mujeres mejor capacitados, sean del partido que sean o sean independientes, porque para luchar por Venezuela solo hace falta amar a Venezuela…”
En vez de eso, tenemos a un importante sector de la oposición opuesto… a la misma oposición, dando muestras de una inmadurez siempre lamentable en tiempos ordinarios, pero trágica en tiempos extraordinariamente difíciles como los que vivimos. Mientras grupos y ex precandidatos infinitesimales intentan competir con la MUD en materia de “radicalismo”, al interior de ese sindicato de partidos hay quienes en privado reconocen que -ante una elección presidencial sobrevenida- el candidato obvio debería ser Capriles “pero vamos a arañarlo lo más posible, no va a salir liso, va a tener que hacer concesiones”. En vez de invertir tiempo y energía en luchar por hacer que la Constitución se cumpla, y por conquistar condiciones electorales más equitativas, se desgastan en triquiñuelas de pasillo y ruedas de prensa de utilería.
ANTE EL DÉFICIT DE DIRIGENCIA, SUPERÁVIT DE PUEBLO!
En circunstancias como estas el papel del pueblo, de los ciudadanos (de TODOS, chavistas, opositores e independientes) es promover gobernabilidad, construir convivencia y exigir a nuestros “dirigentes” la madurez que hasta ahora no han demostrado. Que estén a la altura de la hora compleja que vive el país. Que garanticen la paz en vez de chantajear con la violencia. Que antepongan el interés nacional a la ambición personal o de secta. Que merezcan, en fin, el apelativo de “líderes”.
Porque ser líder oficialista es mucho más que tener dinero y guardaespaldas. Ser líder opositor es mucho más que dar declaraciones y ruedas de prensa. La condición de líder implica tener un compromiso profundo con este país y una visión de futuro para nuestro país. Y eso se pone a prueba, precisamente, en las dificultades.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario