Columna publicada el domingo 26 de Julio de 2015 en los diarios La Voz y 2001
La tarjeta única de la oposición ha sido recibida por el país como tenía que ser: con aplausos mayoritarios y lloriqueos aislados.
Los aplausos han surgido de la gran mayoría nacional que quiere cambio y que sabe además que para ganarle a esta neodictadura al borde del colapso no basta con “sacar más votos” sino que es indispensable que sean muchos, muchos más que los del adversario. Una ventaja de un montoncito de votos se puede tapar con una trampa. Una ventaja de una montaña de votos no se puede tapar de ninguna manera. El pueblo sabe eso. Y por eso la tarjeta única es una necesidad nacional. Para expresar de manera inequívoca la voluntad unitaria del campo democrático. Y también para dotar el pueblo de un instrumento con el que sin confusión alguna, sin ningún sectarismo, se pueda propinar al régimen corrupto e ineficiente la aplastante derrota que merece.
Los aislados lloriqueos a propósito de la tarjeta única han surgido de los viudos de la corrupción.
En efecto, estos son los únicos que lamentarán el fin del actual reinado de la escasez y la inseguridad. Hace años, estando aun con vida Hugo Chávez, eran ya muy frecuentes las protestas de calle (contra la inseguridad, por mejores servicios públicos, por viviendas, etc.), muchas veces protagonizadas por sectores inconformes de la base chavista. Con el Radar de los Barrios en numerosas ocasiones dimos cobertura a esas protestas, que siempre eran silenciadas por el Canal 8 y demás medios oficiales. Al interrogar a los entonces chavistas de base sobre porque protestaban contra el gobierno, invariablemente decían “mi Comandante es bueno, mi Comandante tiene buen corazón, pero esta mal rodeado. Mi Comandante no sabe que nos están haciendo esto. A mi Comandante le ocultan la verdad unos tipos que tienen la Revolución como un negocio. Los Maduro, los Jaua, los Diosdado, los Ameliach, todos esos tipos que son cada vez más ricos mientras el pueblo esta cada vez más pobre...”.
La verdad es que Chávez si sabía lo que estaba pasando, y precisamente para que ocurriera eso es que pasó gobernando 13 años con los mismos sujetos. Pero lo que nos interesa destacar ahora es que esos individuos, que desde hace años están plenamente identificados hasta por el pueblo oficialista como pésimos gobernantes, son precisamente los únicos que en este momento se sienten amenazados por la Tarjeta Única, porque saben que ese será el instrumento de los opositores tenaces y de los chavistas desencantados para sacarlos del poder.
Pero siendo muy importante la tarjeta única, es mucho más importante el conjunto de acuerdos que la hicieron posible.
Ciertamente, la Unidad llega a la tarjeta única como resultado de un debate ejemplar: sin descalificaciones, sin “buenos y malos”, sin “duros y blandos”, sin “moderados y radicales”, asumiendo que TODOS los participantes en el debate tienen la mejor intención de avanzar. Ya eso es un cambio positivo en relación al pasado aun reciente. Pero mas importante aún es que los acuerdos van mucho más allá de la tarjeta, es decir, VAN MUCHO MÁS ALLÁ DE LO ESTRICTAMENTE ELECTORAL.
Hace algo más de cinco años la Mesa de la Unidad Democrática se crea para resistir y oponerse a un régimen autoritario que tenía todo el dinero del mundo, tenía a un liderazgo demagógico y carismático y tenía incluso cierto apoyo internacional. Hoy la situación del país es radicalmente distinta: el oficialismo esta sin liderazgo; la caída de los precios internacionales del petróleo ha hecho que los dólares que entran al país sean objeto de una cada vez más feroz competencia entre las mafias de la corrupción roja, que concentrados en robar ya no se ocupan ni de aparentar que gobiernan; el malestar económico se extiende a todos los sectores sociales, en todas las regiones del país...
Ante este cuadro, la oposición tenía que reinventarse, pues el país ya no nos está pidiendo ser “resistencia” o ser “oposición” sino ser ALTERNATIVA DE PODER, el país lo que nos reclama ahora es demostrar que podemos SER GOBIERNO! Demostrarlo pasa por garantizar que la Unidad va mucho más allá de un listado de candidatos. Y eso es precisamente lo que plantean los acuerdos alcanzados por la Unidad Democrática el pasado miércoles 22 de Julio...
La Unidad venezolana ha cambiado, no solo en su estructura sino en su propósito. De ser un grupo de organizaciones reunidas para oponerse a algo o a alguien, ha pasado a ser un conjunto de fuerzas políticas y sociales reunidas en torno a un proyecto de cambio político. Es decir, no solo estamos “en contra” de este desastre, sino que estamos activamente a favor de un proyecto de país.
Ese proyecto de país está claro en el discurso opositor y, mas importante aún, en el imaginario venezolano: Estamos luchando para construir en Venezuela una economía libre, abierta, productiva, capaz de financiar una sociedad justa, socialmente responsable, solidaria, en el marco de una democracia transparente y funcional, una democracia de instituciones con pueblo, de poderes autónomos que se regulen mutuamente impidiendo el abuso del poder o al menos garantizando que tal abuso no sea premiado por la impunidad.
La Unidad ya no será “un espacio de articulación”, sino la dirección política del campo democrático, capacitada por tanto para dar conducción en el exigente periodo que se abre el próximo 6 de diciembre.
El 6 vamos a ganar la mayoría en el Asamblea Nacional, y esa mayoría la vamos a ejercer para construir soluciones a la grave crisis económica, social, institucional y ética que enfrenta el pueblo venezolano. Y si algún otro poder intenta obstaculizar, sabotear o retardar ese necesario proceso de construcción de soluciones, esta mayoría nacional representada en la nueva Asamblea Nacional procederá entonces a utilizar los mecanismos que la Constitución prevé para solucionar situaciones como esas: la enmienda constitucional, la reforma constitucional, el referendo revocatorio o la mismísima Asamblea Nacional Constituyente, instrumentos todos de naturaleza constitucional, pacífica, electoral y democrática para garantizar que los autores del actual desastre no se conviertan mañana en obstáculos para la construcción de las necesarias y urgentes soluciones.
Todo ese tránsito del país de las colas al país abastecido, del país de los pranes y las bandas al país de la seguridad y la confianza, de la Asamblea de Diosdado a un parlamento útil al pueblo, de la Venezuela de Maduro a una Venezuela de todos, va a requerir de un liderazgo unido que tenga una firme capacidad de conducción. Eso es lo que el campo democrático ha estado construyendo todos estos meses. Esta es la respuesta del liderazgo democrático a la profundidad y amplitud de la crisis que enfrentamos.
Esto es lo que la tarjeta única hace evidente: ¡Unidos y Palante!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario