domingo, 8 de noviembre de 2015
EL CAMBIO ES LA PAZ
En los años 60 y 70, manifestantes de izquierda solían corear, desafiantes, “las calles son del pueblo, no de la policía”. Hoy, con un gobierno que dice ser de izquierda pero que en realidad es mafioso, las calles ni son del pueblo ni son de la policía: ¡Son del hampa! El gobierno nacional desarmó a las policías municipales y estadales y les permite sólo tener una escopeta por cada 10 funcionarios, mientras que los hampones tienen fusiles de asalto AR15, AK47 y granadas fragmentarias. Para lo único que esta bien armada la Policía Nacional “Bolivariana” es para reprimir estudiantes, trabajadores, comerciantes y empleados públicos, pero frente al hampa el rol cada vez más frecuente de los policías es el de víctimas… o el de socios.
Esta preponderancia del hampa sobre la policía, sobre la calle, fue construida durante años de alcahuetería ante el crimen, y de militarización de la seguridad ciudadana. Todo el que sale de madrugada a trabajar no sabe en realidad que posibilidades tiene de regresar sano y salvo al hogar en la noche. Por eso el pueblo quiere cambio, porque quiere paz. Y el cambio ES la paz.
Las colas no son solo una humillación cotidiana, no son sólo un desafío a la paciencia. Las colas son también una amenaza, un peligro para quien las hace. Llegar de madrugada a las puertas del comercio o dormir en la calle esperando que el local abra sus puertas sería en cualquier parte del mundo apenas una incomodidad. En el madurismo, con 25 mil muertos al año en manos del hampa desbocada, con 98 % de impunidad porque jueces y fiscales en vez de castigar criminales andan haciendo las sinvergüenzuras políticas denunciadas por los “camaradas” Franklin Nieves, Aponte Aponte y Velasquez Alvaray, amanecer en la calle buscando comida es poner la vida en riesgo. Por fin, cuando el sol esta a punto de salir y se supone que van a empezar a repartir los “números” de los afortunados que podrán entrar a comprar alimentos, suelen llegar violentos grupos, protegidos además por los mismos efectivos de seguridad que debieran evitar irregularidades como estas, empujando a los ciudadanos que amanecieron haciendo cola.
Por supuesto, siempre habrá manera de evitar tales atropellos. Pero para eso hay que “comprar” el puesto, para que no correr el riesgo de que se lo arrebaten. Situaciones como estas generan reyertas, trifulcas, empujones y navajazos entre gente harta de abuso. Son ya varias las víctimas fatales que en nuestro país se han producido en tumultos por hambre. Esa es la verdadera “guerra económica” que asesina al pueblo, la de las mafias rojas del mercado negro. Por eso el pueblo quiere cambio, porque quiere paz. Y el cambio ES la paz.
¿Ha visto usted una película de catástrofe, de guerra, de desastre natural, de esas en las que una inmensa desgracia convierte a los hospitales en zonas de desastre, con pacientes atendidos en el suelo porque no hay camas, con quirófanos en los que se va la luz, con gente sufriendo en una sala de espera abarrotada porque no pueden ser atendidas ya que los tomógrafos no funcionan, los aparatos de rayos X no tienen placas o los laboratorios no tienen reactivos, y no los pueden trasladar de urgencia a ningún otro sitio porque ambulancias tampoco hay? Para los venezolanos eso no es ficción. Ese es el panorama cotidiano de cualquier hospital, igual o peor que el de un país en guerra. Por eso el pueblo quiere cambio, porque quiere paz. Y el cambio ES la paz.
Hay que decirlo con absoluta claridad: En nuestra Venezuela, en estos momentos terribles que vivimos, no ha ocurrido aún una explosión social por la esperanza que el pueblo tiene en que ocurra un cambio democrático el próximo 6 de diciembre, que permita al país salir adelante en medio de esta crisis espantosa. El pueblo esta harto de violencia. Por eso precisamente apuesta a una salida pacífica, electoral, democrática.
Ese deseo de cambio pacífico del pueblo venezolano tiene un enemigo, pequeño pero poderoso: Las mafias que saquearon la mayor bonanza petrolera que Venezuela ha tenido en toda nuestra historia no se resignan a soltar el botín, porque para ellos nuestra Venezuela es apenas eso, un botín. Se saben odiados hasta por las propias bases del PSUV. Saben que son unos “coleados” en el gran escenario del Poder, pues lograron entrar en él sólo escondidos tras la figura del líder hoy difunto, y usaron la popularidad de ese líder para, a su sombra, amasar inmensas fortunas, comprar canales de TV, periódicos, empresas, haciendas, mansiones en el exterior, relojes de lujo y carteras de Chanel.
Y ahora, cuando el pueblo esta harto del engaño y avergonzado por la corrupción, incompetencia y evidente brutalidad de esas mafias; Ahora, cuando hasta los aliados ideológicos, políticos y económicos de UNASUR marcan distancia de estas mafias y rehúsan volver a formar parte de comparsas legitimadoras; Ahora, cuando el fin se les acerca, recurren a un último chantaje: El fantasma de la violencia. “Vendrán tiempos de sangre y masacre si gana la oposición”… “No entregaré, me tiraré a las calles”… “si llegamos a perder pasaremos a otra etapa”… son algunas de las cosas (¿propaganda de guerra, incitación a la violencia, promoción de la zozobra?) irresponsablemente dichas desde el poder.
Quien ya no tiene ofertas recurre a las amenazas sin darse cuenta que, al hacerlo, sigue perdiendo puntos porque el pueblo esta precisamente harto de las amenazas, harto de vivir bajo la sombra del miedo, harto de tener que enfrentar la violencia hasta cuando se va a comprar alimentos o a buscar medicinas. Las amenazas desde el poder no mortifican en realidad al pueblo, porque quien las emite es alguien que ya no es tomado en serio por casi nadie.
Lo que preocupa al venezolano humilde, al trabajador, al emprendedor, al empresario no es la amenaza de violencia que desde el poder se plantea como chantaje, sino la violencia real, actual, absurda y sangrienta: La acción del hampa o de los paramilitares oficialistas mal llamados “colectivos” es violencia, claro. Pero también lo es la angustia en el hospital sin insumos, o la humillación en la cola por alimentos, o el dolor de la familia dividida por la muerte o el exilio. Todo eso es violencia. Maduro es violencia. Los candidatos de Maduro lo único que garantizan es la continuidad de la violencia, violencia hamponil, violencia política, violencia económica, violencia social. Y el pueblo no desea más violencia. Por eso el pueblo quiere cambio, porque quiere paz. Y el cambio ES la paz.
Por eso nuestra rebeldía se expresará electoralmente el 6D. Por eso derrotaremos la violencia con el arma del hombre libre, que es el voto. Por eso defenderemos ese voto ejerciendo el derecho que la Constitución establece a la movilización popular pacífica y contundente.
Por eso vamos a ganar: Porque el pueblo quiere paz. Y el cambio ES la paz.
¡PALANTE!
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