martes, 17 de septiembre de 2013
MADURO, CABELLO, LOS PRIVATIZADORES SALVAJES....
A última hora dieron marcha atrás. Por alguna razón, seguramente más vinculada a la conveniencia circunstancial que al decoro institucional, el Teniente Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, retrocedió en la instrucción que inicialmente había girado, según la cual los medios de comunicación nacionales e internacionales no tendrían acceso siquiera a la Sala de Prensa del “poder” legislativo venezolano mientras transcurriera la sesión parlamentaria de este martes 17 de septiembre de 2013, en virtud de que tal jornada tendría el carácter de “sesión privada”.
Conversando sobre este tema con amigos simpatizantes del fallecido Presidente Chávez, habitantes de diversas comunidades de la parroquia Macarao, algunos en principio dudaron que tal instrucción realmente se hubiese producido: “Es imposible”, decía Mario -aun inscrito en el PSUV y extrabajador de la Misión Barrio Adentro Deportivo-, “que Cabello, por bruto que sea, vaya a decir que una sesión de la Asamblea Nacional es sesión privada. Esa es una institución pública, no se puede privatizar”. Para subrayar sus palabras convertía su voz en casi un grito cuando decía aquello de “por bruto que sea…”
Tras mostrar a mis amigos chavistas copia del mensaje enviado a los medios por la “Dirección Estratégica de Comunicación y Relaciones Institucionales” de la AN en el que se adjudicaba el carácter de “privada” a la sesión de hoy de esa institución, pensé que sería interesante seguir conversando sobre el tema de si era posible o no que un gobierno supuestamente “socialista” estuviese promoviendo la privatización de instituciones y servicios que durante mucho años fueron “públicos” y que ahora su acceso efectivo depende del desembolso de sumas de dinero...
Se pusieron en guardia: “Si, ya vas a decir que el gobierno privatizó el Canal 8, que se lo agarró para el PSUV, pero la verdad es que cada gobierno ha usado ese canal para lo que le ha dado la gana”, me atajó Romelia, vecina de la comunidad Los Unidos, hoy transformada en pueblo fantasma por la Compañía Anónima Metro de Caracas, como tantas otras comunidades de la Carretera Vieja Caracas-Los Teques. El ejemplo no era malo, pero yo preferí colocar el acento no en aspectos jurídico-políticos, sino en temas de la muy dura vida diaria de esos compatriotas.
“Por ejemplo, Romelia, ¿En el barrio había agua hace 14 años?” Yo, habitante de Caricuao durante décadas, conocía de antemano la respuesta: Como mi parroquia, las comunidades populares de Las Adjuntas y Macarao se surtían de manera regular. De hecho, en Macarao se construyó el primer acueducto que tuvo Caracas, mucho antes de la existencia del Sistema Tuy. “Aja, Romelia, cuéntame pues: ¿Qué hay que hacer ahora en el barrio para tener agua?” También ambos conocíamos la respuesta: Hay que hacer una colecta en el barrio (una “vaca”, en venezolano) para reunir lo que cuesta un camión cisterna lleno de agua dudosamente potable. El precio es uno para llevar el agua a las casas que están al borde de la carretera. Si hay que meter el camión al barrio el precio es mayor. Si la persona no puede hacerlo ella misma, y debe pagarle a alguien para que le lleve el agua en tobos o en pipotes hasta la casita o el rancho, el costo es aún mayor. Todo estuvimos de acuerdo sobre el punto: tener acceso al agua potable, que antes era un servicio público, ahora es un negocio privado, curiosamente “hecho en socialismo”.
Luego ellos mismos empezaron a dar otros ejemplos: Rafael comentó, sombrío, que el sicariato y el linchamiento eran a su juicio expresiones salvajes de la privatización de la ley en el barrio, ante el colapso de ese servicio público fundamental que es la administración de justicia; Pedro, menos profundo y más directo, dijo que para él la policía misma ya no era pública sino privada “porque lo único que hacen es cuidar negocios a cambio del pago que le dan los comerciantes, y al ciudadano no lo cuida nadie”; Mario recordó nostálgico el tiempo en que “lo que daba nota era graduarse en un buen liceo público como el Fermín Toro, el Andrés Bello, el Caracas, el Aplicación o el Luis Razetti, pero hoy a juro uno tiene que llevar a su chamo a un colegio privado, si uno quiere que se gradúe algún día”, y la misma Romelia, la única de ese grupo de chavistas que insistía en apoyar a Maduro, reconocía que “aunque la intención de mi comandante con Barrio Adentro fue buena, eso empezó bien pero luego se echó a perder, los módulos de Barrio Adentro I están cerrados o no tienen medicinas, los CDI en su mayoría tienen los equipos malos, los hospitales ya no sirven para nada y si uno no tiene dinero para ir a una clínica lo más probable es que te mueras ruleteado a la hora de una emergencia”…
Después de ese paseo por lo que hoy son sus propias vidas, volvimos al tema de la Asamblea Nacional. Manuel cortó por lo sano: “No es que hagan sesión privada, es que esos carajos creen que esa vaina es de ellos”. “Convirtieron la Revolución en un negocio privado”, precisó Rafael: “Ya lo hacían en vida de Chávez y nosotros decíamos que lo engañaban y le ocultaban la verdad. Ahora con Chávez muerto hacen lo que les da la gana”. “Hasta que los dejemos”, puntualizó Romelia, “porque nosotros los pusimos allí y nosotros los quitamos si queremos”.
Había rabia en las palabras de los tres, rabia justificada: Tras depredar y deteriorar lo público, tras promover que el dinero destinado a mantener y optimizar lo público se evaporara en el festín de la ineficiencia y la corrupción, la nomenklatura oficialista ha condenado a estos hermanos nuestros de la base chavista y a millones como ellos a vivir los efectos de la más salvaje “privatización”: La privatización roja-rojita, hija del saqueo boliburgués.
Más allá de Antímano, más allá de Caricuao, más allá de Las Adjuntas, más allá del sector Puerta Verde de Macarao, así es como se entiende ahora quienes son los privatizadores salvajes, gracias a la ocurrencia de algún burócrata de la Asamblea Nacional ¿Las vueltas que da la vida, verdad? ¡Ahí nos vemos!
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