La mala, muy mala noticia, es que en breve plazo esos 1300 docentes podrían quedar sin trabajo, esas 173 talleres-escuelas podrían cerrar y (lo más trágico de todo) esos 95 mil niños y jóvenes de nuestros barrios podrían quedar sin educación, todo ello debido a que el Gobierno Nacional les adeuda desde el año 2009 unos miserables 190 millones de bolívares, que la APEP requiere con urgencia para cancelar los pasivos laborales de trabajadores, los compromisos con el IVSS y el FAOV, además de las liquidaciones pendientes que datan desde hace tres años.
Y lo que convierte toda esta información es una burla sangrienta al pueblo es que, mientras frente a la sede del Ministerio de Educación protestaban el pasado jueves 17 los docentes y trabajadores de estas escuelas técnicas populares, por otro lado la Ministra del Deporte admitía que el Estado había dado millones de dólares a unos supuestos atletas, pilotos de autos y motocicletas, que para solicitar tales divisas falsificaban informes, adulteraban records, hacían montajes de informaciones sobre supuestas hazañas deportivas que jamás existieron y llegaron hasta a presentar trofeos falsos, tan falsos como la firma de esa misma funcionaria en las aprobaciones de tales recursos.
Pese a lo grave de la denuncia, la Ministra Benítez se negó a precisar montos, y también se negó a decir los nombres de los implicados en tales actividades dolosas “porque los respetaba como atletas”, como insólitamente afirmó. Pero por lo menos informó que en apenas uno de los casos, la cantidad de dólares asignada con estos soportes fraudulentos a uno de estos “pilotos” que “tenían las conexiones necesarias” llegaba a la cantidad de 66 millones de dólares.
Rogamos al lector que relea los datos: A uno sólo de los “pilotos enchufados” le dieron 66 millones de dólares. Hagamos una operación matemática sencilla: Multipliquemos esos 66 millones de dólares por el cambio oficial del dólar CADIVI a Bs. 6,30. Obtendremos que sólo ese “boli-piloto” recibió del gobierno madurista 415 millones 800 mil bolívares. Dicho en otras palabras: Sólo uno de estos “atletas” de la corrupción habría recibido MAS DEL DOBLE de los que necesitan para seguir teniendo acceso a una educación de calidad 95 mil niños y jóvenes venezolanos que logran, gracias a las Escuelas Técnicas Populares de la APEP, escapar hoy a las garras de la violencia y el vicio en las calles recibiendo la formación que les permitirá mañana protegerse también de las fauces del desempleo.
Esto no es “casualidad”. ¡Esto se llama corrupción!: En efecto, cuando el Estado ha tenido muchísimo dinero producto de la más alta y larga bonanza de los precios internacionales del petróleo; Cuando ese dinero ha sido manejado de manera absolutamente discrecional y arbitraria por un funcionariado de muy diverso rango y nivel; Cuando los controles institucionales a los administradores de los recursos públicos son reducidos a su mínima expresión (como en el caso de la Contraloría General de La República, que ni Contralor designado legalmente tiene y que funciona con el mismo presupuesto de hace una década), y cuando los controles sociales (la denuncia pública, la protesta ciudadana, la prensa libre) son considerados “enemigo interno”, cuando ocurre todo eso, entonces la corrupción gana.
Porque hay que recalcarlo una y otra vez: La corrupción no es un asunto de “anécdotas”: Que si un contratista mafioso en Bolívar, que si un alcalde ladrón en Valencia, que si unos burócratas traviesos en el Fondo Chino… No. Esas son estampitas de la corrupción, barajitas de un álbum. El álbum completo es lo que nos interesa. La corrupción como sistema en que nos han metido durante estos 14 años en que han querido hacer aparecer como “normal” que la sociedad esté invadida por el Estado, que el Estado esté colonizado por el Gobierno, que el gobierno sea el botín de un partido y que ese partido sea manejado con despótica discrecionalidad, antes por un caudillo y ahora por una cúpula.
La corrupción sistémica es la que pretende que veamos como “algo normal” que un alto funcionario haga campaña electoral en cadena de radio y TV; o ver como “algo normal” que las marchas y mítines del partido de gobierno se realicen pasando lista con la nómina pública y movilizando a esos modernos “siervos de la gleba” en autobuses de las empresas del Estado; o ver como “algo normal” que la campaña de los candidatos a alcaldes del partido consista en actos de Estado como inauguración de obras o regalando electrodomésticos chinos en operativos oficiales. La corrupción sistémica es la que hace posible la corrupción anecdótica. Por eso, decir que se combate las anécdotas de la corrupción mientras se intenta reforzar al sistema corrupto es el segundo mayor acto de corrupción e hipocresía.
Decimos que es el “segundo” porque el primer gran acto de corrupción e hipocresía es cuando la burocracia coloca sus intereses y caprichos antes que las necesidades del pueblo. Como cuando se aprueban obras no para el bienestar de la gente sino para pagarle anticipos a contratistas; Como cuando se compran medicinas y alimentos y se dejan que se venzan o se pudran, porque lo importante no es que lleguen a la gente sino que los intermediarios corruptos cobren sus comisiones. O, como referimos al principio de esta columna, cuando el Estado le niega 190 millones de bolívares a casi cien mil niños de las escuelas técnicas populares de la APEP, pero corre a darle en dólares el equivalente de 416 millones de bolívares a un solo “boli-piloto” para que haga una fortuna en el mercado negro.
Para derrotar a esa burocracia corrupta que antepone sus ambiciones, complicidades y caprichos a las necesidades de la gente, el pueblo no necesita “habilitante”, sino lucha diaria y voto firme. Y de ambas cosas hay bastante.
¡Palante!
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