Lo saben, lo
saben bien: Para Maduro, Jaua, los hermanos Rodríguez, Aristóbulo Isturiz, Alí
Rodríguez Araque y muchos otros que alguna vez fueron dirigentes chavistas,
ahora devenidos en representantes de esa precariedad política llamada “madurismo”,
es absolutamente claro que el régimen es insostenible.
EL RÉGIMEN SE
SABE INSOSTENIBLE
En efecto, más
allá de lo que diga la oposición, Almagro, la OEA o el propio Papa, para la
cúpula que por ahora tiene secuestrado el poder es clara su propia lectura de
la realidad: Un régimen en que la Fiscal General de la República cuestiona la
legitimidad de los magistrados que integran el Tribunal Supremo; Un régimen en
que el “Defensor del Pueblo” es acusado por la propia ex secretaria ejecutiva
del Consejo Moral Republicano no ya de ser inepto o sesgado en el ejercicio de
su cargo, sino de ser un activo participante en la orquestación de un fraude a
la ley al justificar -bajo la consigna de que “esto no es un asunto legal sino
una vaina política”- la designación de unos “magistrados express” que no
cumplen perfil ni requisitos legales ni éticos para el cargo; Un régimen en que
los militares no pueden salir a la calle con su arma, porque el hampa los mata
para robársela, ni pueden salir uniformados sin exponerse al desprecio no
siempre silencioso de parte importante de la población; Un régimen que ha
optado por gastar en corrupción, pagos de deuda externa y costos de represión
las divisas que no usa para comprar medicinas y alimentos; Un régimen que por
eso mismo no puede garantizar a la población el acceso a comida, medicamentos y
a su propia seguridad; Un régimen, en fin, que es señalado por los opositores
de corrupto y es acusado por los chavistas de traidor, sólo puede ser definido
con una palabra: INSOSTENIBLE. Y ellos, repetimos, lo saben.
POR LA PURA
FUERZA EL CAMBIO ES INALCANZABLE
Pero en la acera
de la Unidad Democrática también saben otra cosa. Saben que aunque la calle es indispensable
para presionar el cambio, desplazar al régimen del poder usando solamente “la
calle” no es factible. Por eso son políticos y no militares: Porque creen que la palabra, la negociación,
la construcción de puentes anímicos, simbólicos y legales son los instrumentos
mejores para la resolución de conflictos y la construcción de país. Por eso Borges, Ramos Allup, Manuel Rosales y
Freddy Guevara saben que, en la presente circunstancia nacional, buscar el poder
mediante el sólo uso de “la calle” puede convertir ese objetivo en
inalcanzable.
Ciertamente, más
allá de lo que diga la propaganda gobiernera que acusa a la oposición de
“golpista”, para la dirección democrática es claro que tanto por su definición
estratégica (la búsqueda de un cambio “pacífico, constitucional, democrático y
electoral”) como por los datos concretos de la confrontación: La influencia que tiene el régimen sobre la
Fuerza Armada tras 18 años de copamiento institucional, manipulación clientelar
y adoctrinamiento ideológico; el control descarado que ejerce sobre la
estructura burocrática del Estado (Poder Judicial, Consejo Nacional Electoral,
Contraloría General de la República, etc.); La utilización del terror puro y
duro para someter la protesta popular, a través de las OLP en los barrios y de
las invasiones a conjuntos residenciales de clase media, siempre en operaciones
combinadas de efectivos uniformados con civiles paramilitares, todo sumado a la
absoluta ausencia de escrúpulos democráticos en la cúpula del régimen, coloca a
la sociedad democrática ante un reto complejo:
La única herramienta para presionar el cambio es la movilización de
calle, pero esa fuerza de calle no puede sustituir sino respaldar la política. La TRANSICIÓN DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA
no se “decreta”, se construye, y no se impone, se concerta. Eso implica la necesidad de hacer eso que el
Secretario General de la OEA llamó “una negociación definitiva para instaurar
la democracia en Venezuela”. No
construir esa “negociación”, como la llama Almagro, puede convertir el poder es
un objetivo inalcanzable para la oposición. Y su dirección, repetimos, lo sabe.
NECESIDAD DE
ROMPER LOS CHANTAJES
¿Por qué el
régimen, si se sabe insostenible, no promueve él mismo una negociación que
permita una transición ordenada y pacífica? ¿Por qué la oposición, si sabe que
mediante la sola fuerza el poder se puede tornar inalcanzable, no complementa
la movilización de calle con los esfuerzos políticos que hagan posible el
desalojo del régimen? Resulta que en política desgraciadamente dos más dos no
siempre dan cuatro: En el oficialismo hay actores más preocupados por su propia
impunidad que por la continuidad de su proyecto político, y tienen la fuerza
para chantajear al resto de la dirigencia gobiernera; En la oposición, tras la satanización de la
palabra “diálogo”, algunos temen que participar en una negociación pueda
“desactivar” la calle, lo que despojaría al campo democrático del que
actualmente es su principal instrumento de lucha. Ese temor de unos paraliza a todos, porque
nadie quiere aparecer como “más blando” que otros, pese a que todos reconocen
en privado que o se trasciende la “épica” y se llega a la política, o se puede
perder la posibilidad de acceder al poder.
LO INSOSTENIBLE,
LO INALCANZABLE… ¡LO INSOPORTABLE!
Procesar esta crisis
no desde la óptica de los actores políticos sino desde el dolor de la gente nos
lleva a una tercera certeza: Si el régimen por su propio desastre es
insostenible, y si para la oposición buscarlo por la sola fuerza puede
convertir el poder en inalcanzable, la otra gran verdad es que la prolongación
del desastre es para el pueblo llano, para el ciudadano de a pie, insoportable:
El hambre atroz, la muerte por falta de medicinas, el horror continuado de la
violencia son ya inaguantables para una población al borde de la explosión y la
anarquía.
Esto hace
imperativo que entre lo “insostenible” y lo “inalcanzable” se convierta en
posible lo necesario: En Venezuela el cambio político es una necesidad urgente.
Para que ese cambio sea posible es indispensable acordar garantías. No sólo para que la nueva mayoría acceda al
poder sin seguir pagando un precio de sangre; No sólo para que los
perseguidores de hoy no teman ser los perseguidos de mañana: En realidad, se trata de garantías para todos,
para la sociedad venezolana, garantías de que este horror no se repetirá con
nuevas caras o nuevas franelas.
No será fácil,
pero es lo que hace falta. Tarea más de
estadistas que de activistas. Pero de que se puede, se puede. ¡Palante!
Me parece totalmente acertada esta posición. Aquí hay que negociar,ahora o después de los miles de muertos que el gobierno sin ningún pudor quiere generar.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarESTE REGIMEN NO SE IRÁ MIENTRAS NO SE LES TERMINE HASTA LA ULTIMA BALA SI NO NACE UN GOBIERNO
ResponderBorrarNUEVO RECONOCIDO
INTERNACIONALMENTE COMO TAL
NUNCA INICIARÁ LA VERDADERA CAIDA DE ESTOS NARCO-CHOROS