Columna publicada el domingo 9 de Agosto de 2015 en los diarios La Voz y 2001
Como la congruencia nunca ha sido su fuerte y el cinismo se le da con soltura, el ocupante temporal de Miraflores, jefe del gobierno que puso al pueblo a hacer colas por comida y que entregó el control territorial de vastas zonas del país a bandas de delincuentes a través de las llamadas “zonas de paz”, un tal Nicolás Maduro Moros, dijo el pasado jueves 6 que quiere que haya en nuestro país “una campaña electoral limpia”.
¿Qué significará para Maduro una “campaña limpia”? ¿Será acaso una como esta, en que los burócratas del CNE cambiaron las reglas del juego para postular candidatos cuando la Unidad Democrática ya había realizado exitosamente sus elecciones primarias y ya había anunciado al país el resultado, igualmente exitoso, de sus consensos, cumpliendo escrupulosamente las normas del CNE que luego el mismo CNE cambiaría?
¿Será “limpia” una campaña en que los burócratas de la Contraloría General de la República han “inhabilitado” ya a diez candidatos de la Unidad Democrática, candidatos que el oficialismo JAMÁS ha logrado derrotar en una elección regional?
¿Será “limpia” una campaña en que los burócratas del Tribunal Supremo de Justicia designan directivas de partidos de la Unidad Democrática como COPEI y el MIN, para tratar que esas directivas pro-gobierno coloquen oficialistas camuflados dentro del conjunto de candidatos opositores?
¿Será ese el concepto de “limpieza” del mamotreto Diosdado-Madurista? Maduro utiliza espacios públicos como el Teatro Teresa Carreño y bienes públicos como la señal de los medios de comunicación oficiales para transmitir eventos internos del PSUV, incurriendo abiertamente en peculado de uso, una de las tantas formas de corrupción (como el nepotismo, por ejemplo…) que este régimen ha transformado en parte habitual (habitual, no “normal”) del paisaje. ¿Será eso lo que Maduro llama “campaña limpia”, esta que el PSUV arranca marcada desde su inicio por la corrupción y el ventajismo?
Toda esta suciedad (ventajismo, corrupción, uso de la instituciones del Estado como rojas guarimbas burocráticas para atentar contra el derecho del pueblo venezolano a construir una salida electoral, pacífica y constitucional a la crisis) tendría que ser advertida por observadores internacionales eficientes e imparciales, que pudieran llevar registro de todas estas barbaridades y estuvieran en capacidad, mediante la presión de los organismos internacionales a que estuvieran adscritas esas misiones de observación, de ejercer legítima presión sobre el gobierno delincuente, el gobierno transgresor, el gobierno sucio...
Sin embargo, para tapar el juego sucio que el régimen practica en el país, Maduro ha incurrido en otra suciedad, esta vez de carácter internacional, al declarar desde la ONU que rechaza la visita al país de misiones internacionales de observación electoral, por aquello de que “el que la debe la teme”.
Ya sabemos, pues, a que se refiere el régimen cuando habla de “campaña limpia”: En esto, como en todo, los voceros de la “dicmadura” (así le dicen en los barrios a este gobierno, mezcla de dictadura con desmadre…) corrompen nuevamente el idioma, y utilizan las palabras para invertir completamente su significado: Así como crearon un “Vice-ministerio de la Felicidad” justo antes de iniciar el calvario de la hiperinflación, ahora hablan de “campaña limpia” justo cuando inician la que sin duda será la campaña electoral mas sucia, mas ventajista y mas corrupta que jamás haya desarrollado el oficialismo en los últimos 17 años.
A todas estas, la respuesta que ha dado la Unidad Democrática ha sido firme, rápida, certera y contundente: A cada inhabilitación se ha respondido apoyando inequívocamente a los agredidos, convocando a sus suplentes para que asuman las posiciones respectivas y movilizando la ciudadanía para que cada inhabilitación le cueste al gobierno una derrota aun mayor.
Cuando las agresiones han sido no ya contra individuos sino contra organizaciones, también la respuesta ha sido contundente: Roberto Enriquez, Presidente de COPEI, y Manuel Pérez Soto, Presidente del MIN-Unidad, han sido enfáticos al manifestar el apoyo irrestricto de las bases de esos partidos a la Unidad Democrática, ante el intento oficial de “expropiar” las directivas de esas organizaciones. La respuesta de los demócratas ha sido siempre rápida, asertiva, colocando en primer lugar el interés del país y salvaguardando siempre la Unidad como valor y como herramienta del pueblo.
Estas agresiones de la “dicmadura” contra candidatos, dirigentes y partidos de oposición tampoco han logrado el otro objetivo buscado por el régimen, que consiste en poner a la Unidad a defenderse a si misma en vez de defender al país y especialmente a los pobres y a la clase media empobrecida. No lo lograron, y eso es lo que pone más frenético al régimen: La agenda de la Unidad Democrática la marcamos nosotros, no las agresiones del gobierno. La Unidad tiene estrategia, y en cumplimiento de la misma al día siguiente de la inscripción de los candidatos de la Unidad, el propio sábado 8 de agosto, ya estaban en la calle esos candidatos, recorriendo todo el país, en una jornada nacional de protesta contra el hambre y el hampa, canalizando el descontento y ofreciendo alternativas a las dos calamidades que el gobierno utiliza para agredir con más rudeza al pueblo venezolano: la escasez y la inseguridad.
Porque no lo olvidemos: Hambre y hampa no son “deficiencias” del sistema Chavo-Diosdado-Madurista, sino su producto esperado: El régimen quebró a la economía venezolana, destruyó nuestro aparato productivo y exterminó la capacidad exportadora del país para intentar dominar a los venezolanos por hambre, ya que en estas condiciones los únicos ingresos que aun entran a Venezuela son los que produce el negocio petrolero y esos llegan directamente a las corruptas arcas oficiales.
Adicionalmente, el régimen desarmó a las policías regionales y municipales, las desprofesionalizó sustituyendo a sus mandos naturales por militares que no tienen formación en seguridad ciudadana y le regaló al hampa el control primero de las cárceles y luego de vastas zonas del país (las llamadas “zonas de paz”) no por casualidad, sino para mantener a la población aterrorizada y desmovilizada, pendiente apenas de la sobrevivencia y no de cómo ejercer sus derechos civiles, políticos, económicos y sociales.
Pero esas estrategias de dominación generaron al régimen un resultado inverso al que ellos buscaban: La gente se hartó de vivir con hambre y con miedo, con colas e inseguridad, y se volcó hacia la esperanza de cambio. Allí están las encuestas, todas, restregando esta verdad en la cara de cemento del gobierno ¡Palante!