1)
Los
ciudadanos no somos “beneficiarios del cambio”, espectadores del mismo, “carne
de cañón”, como dice el oficialismo, o simplemente “gente a convocar”, como a
veces piensa la oposición. En realidad
los ciudadanos somos los propietarios del cambio, sus protagonistas, su
encarnación. Los ciudadanos SOMOS el
cambio, o sencillamente el cambio no llegará a ser… ¡Aunque el gobierno caiga!
2)
Los
ciudadanos tenemos que COMPRENDER Y VALORAR como llegamos a esta situación en que
el cambio es inminente. Durante mucho tiempo, grupos minúsculos pero ruidosos estuvieron
gritando que “no tenía sentido” votar para elegir una nueva Asamblea Nacional
“porque la trampa está montada, porque el CNE está vendido, porque el hacker
ruso, el cable submarino cubano y el satélite chino cambiarán los
resultados”. Pero, a pesar de las leyendas
urbanas, el 6D el pueblo democrático derrotó con su voto al Petro-Estado.
Luego, en vez de reconocer su error o al menos callarse la boca, los “guerreros
del teclado” volvieron por sus fueros, diciendo “no valió la pena votar… esos
diputados no están haciendo nada… todo sigue igual o peor… todo fue un
engaño”. Pero, nuevamente a pesar de los
radicales electrónicos, la existencia de un Poder Legislativo autónomo se hizo
insoportable al régimen, tanto que tuvo que recurrir al Golpe de Estado con las
sentencias 155 y 156 del TSJ y desnudar de esa manera su condición de
dictadura. Y en la lucha para enfrentar
ese golpe de estado han sido precisamente los diputados del pueblo, los
diputados de la Unidad, la vanguardia que dirige y da ejemplo. A la luz de los
hechos, ¡Claro que valió y valdrá siempre la pena votar!
3)
De
la misma manera, muchos (incluso algunos de sus protagonistas) se expresaron de
manera despectiva del llamado “diálogo”. Esta vez no sólo fueron los
“radicales” de siempre, sino muchos ciudadanos de buena fe y hasta algunos
dirigentes políticos, de esos que están más pendientes de lo que dice el
Twitter o el Instagram que de cumplir su deber como conductores y líderes. Desde los “tibios”, que afirmaban que “eso no
sirvió para nada”, hasta los más extremos, que llegaron a decir que “en octubre
de 2016 el Régimen estaba caído y el diálogo sólo sirvió para darle oxígeno a
la Dictadura”. Hoy resulta que el Régimen esta contra la pared porque el
Consejo General de la OEA aprobó la aplicación progresiva de la Carta
Democrática Interamericana, porque Mercosur expulsó de su seno al gobierno de
Maduro, porque la ONU, la Unión Europea, y decenas de gobiernos están
reclamando “cronograma electoral, libertad de los presos políticos, respeto a
la Asamblea Nacional y apertura del Canal Humanitario”. Eso hoy todos lo
aplauden, lo reconocen y agradecen… olvidando algo: Tanto la OEA, como Mercosur, ONU, Unión
Europea, etc., justifican su postura actual precisamente porque “el gobierno
venezolano incumplió los acuerdos suscritos en el proceso de diálogo realizado
a instancias de El Vaticano”. Tan es así
que la agenda cuyo cumplimiento reclaman esos organismos y gobiernos son las
cuatro demandas hechas por la Santa Sede en la famosa carta de Monseñor Pietro
Cardenal Parolin, de fecha 1ro de Diciembre de 2016. De modo que (a pesar de los errores
de forma y de fondo que se cometieron en ese proceso) sin el incumplimiento
oficial a los compromisos del proceso de diálogo y sin la medular participación
de El Vaticano en él mismo, no tendríamos hoy ni las cruciales victorias
obtenidas en la OEA ni agenda que reclamar. ¡De manera que claro que valió y
valdrá siempre la pena dialogar!
4)
Los
ciudadanos debemos valorar, preservar y expandir los logros actuales: Este
reencuentro del pueblo con el poder de su propia movilización, esta renovada
relación de empatía y confianza con la dirigencia política expresada
fundamentalmente en los diputados, tiene que ser cuidada y potenciada, no
arriesgada por el voluntarismo ni sometida a desgaste innecesario.
5)
El
cambio es como un avión: Imparable, pues
sus turbinas y su fuerza de inercia lo hacen ya indetenible. Pero si ese avión
no define en que aeropuerto va a aterrizar, si no baja su tren de aterrizaje y
si no realiza las maniobras adecuadas,
entonces se estrellará, poniendo en peligro a todos, tanto a los que
están dentro del avión como a los que afuera esperan con entusiasmo su llegada. En Venezuela el cambio no lo para nadie, eso
es obvio hasta para la cúpula corrupta, cada vez más desesperada. Pero precisamente por eso es necesario que el
país conozca, debata y llegue a consensos fundamentales sobre lo que viene
DESPUÉS del cambio político: Que tipo de gobierno, como se integrará, que
programa va a aplicar y como se garantizará la gobernabilidad, son definiciones
que tienen pleno derecho a conocer los ciudadanos que hoy día a día arriesgan
su vida por sacar del poder a la cúpula corrompida. Esos sacrificios no pueden ser luego
recompensados con una “sorpresita” como la del “Decreto Número 1” de Carmona, o
por una sucesión de gobiernos tan bien intencionados como inestables. El cambio viene, si. Los ciudadanos debemos exigir que se tomen
todas las precauciones para que ese cambio sea para bien, y no un cambio como
decía el malandro aquel: “¡Como sea!”
Estos son cinco
puntos que sometimos a consideración de la Red Metropolitana de Organizaciones
Vecinales, que nos invitó a participar en su pleno de ayer sábado 29 de Abril,
y son los cinco puntos que venimos debatiendo en las reuniones y conversatorios
que a diario realizamos en los barrios y urbanizaciones populares. Estos puntos, y la necesidad de privilegiar
en el discurso opositor y en el diseño de las protestas la preocupación por la
crisis económica y su impacto social, creemos forman parte de lo que hay que
hacer para seguir avanzando, derrotar la dictadura y construir en nuestro país
la democracia social, económica y política que Venezuela necesita y reclama, en
los términos previstos en la Constitución ¡Palante!