Siempre se ha dicho que “la oposición venezolana se divide
mientras que el oficialismo, aunque tenga mil problemas internos, al final siempre
obedece a una sola línea y a un solo propósito”. Eso era así, desde hace 18
años… ¡Hasta ahora!
LA DIVISIÓN DE LOS
“MONOLÍTICOS”
En efecto, lo que estamos presenciando con la detención de
un grupo de oficiales que ejercían el comando de unidades militares en Los
Andes, en el centro del país y en el mismo Fuerte Tiuna es nada mas y nada
menos que la fractura mas importante que ha sufrido el oficialismo desde
1999. Porque, como bien puntualizó la
periodista especializada en la fuente militar Sebastiana Barraez, “los
militares detenidos no son ‘derechistas’, ‘opositores’ ni nada parecido: Son ‘febreristas’, dicen reivindicar el
‘proyecto original de Chávez’ y lo que ellos denominan como ‘su legado’”.
Enfrenta esta fractura en ese pilar crucial es muy grave
para un régimen que -ya sin carisma, con mucho menos dinero que antes y con
muchísimo menos pueblo- solo le queda como sustento fundamental el apoyo
castrense. El respaldo militar
“monolítico” parece ser cosa del pasado, y no por la acción deletérea de “los
susurros de la derecha y los cantos del sirena del Imperio” sino por tres
motivos mucho más devastadores: El asco,
la culpa y el miedo.
LA “UNIDAD” DE LOS
DIVIDIDOS, EL “YO UNIDO CONMIGO MISMO”
Mientras estos graves eventos ocurren en la acera del
oficialismo, en la oposición político-partidista se produce una dinámica que
aun puede ser detenida por la presión (solidaria pero decidida) de la
ciudadanía opositora: Aunque es evidente que en la oposición partidista hay
tres políticas, quienes las representan dicen “la oposición esta unida porque
la oposición soy yo, todos los demás son unos vendidos, entregados, loquitos,
etc.. Así que la oposición esta unida:
Yo estoy unido conmigo mismo, y eso es la unidad”.
No es, lamentablemente, un chiste, aunque lo parezca: El pasado viernes la dirigente María Corina
Machado afirma que su partido (Vente) y su plataforma (Soy Venezuela) son “el último
reducto de la dignidad en Venezuela”. Es
decir: El resto del campo democrático no sólo no es oposición, sino que ni
siquiera esta integrado por “venezolanos dignos”. Por otro lado, el llamado “Frente Amplio” (el
G4, los grupos que aceptan su hegemonía y algunos aliados de la sociedad civil
que contribuyen a hacer creíble al conjunto) actúan como si ellos fueran “la
oposición” y todos los demás actores fueran meramente “periferia” o suburbios.
Finalmente, el candidato Henri Falcón tilda a los demás actores de la oposición
de “abstencionistas” declarados u ocultos, y asume entonces en solitario la
representación de la “oposición democrática”, esto es, la que cree en el voto
como mecanismo fundamental de lucha.
En otras palabras: el
juego entre las tres políticas que hoy existen en la oposición venezolana
parece consistir en que “el primero que reconozca que los otros dos existen,
pierde”. La realidad, desgraciadamente, es que pierden todos: Pierden ante el pueblo venezolano, que solo
les reconoce algún chance si están unidos, y pierden ante una comunidad
internacional que, por muy solidaria que sea, no puede dejar de advertir que
una oposición incapaz de tener gobernabilidad interna difícilmente pueda dar
gobernabilidad al país.
GOBIERNO FRACTURADO,
OPOSICIÓN DIVIDIDA Y PAÍS EN CRISIS TERMINAL
Ciertamente, un gobierno fracturado en el principal pilar de
apoyo que le queda y una oposición dividida no pueden darle gobernabilidad,
estabilidad, paz y prosperidad a un país, y mucho menos a una Venezuela sumida
en la crisis más severa desde el siglo XIX en tiempos de la Guerra Federal.
Es importante que quien tenga edad lo recuerde y quien no la
tenga se informe: La crisis que en nuestro país destruyó la democracia representativa (la
única que existe, porque la “democracia directa” es una falacia plebiscitaria
del autoritarismo) se extendió durante 15 largos años, desde el 18 de febrero
de 1983 -cuando el crack económico del “Viernes Negro” inició la hoy vertiginosa
destrucción de nuestra moneda- hasta el 6 de diciembre de 1998, Hugo Chávez se
transformo en Presidente electo. En
medio de estas fechas hubo otras dos, también “febreristas”: El 27 de Febrero
de 1989, cuando se produjo la convulsión social conocida como “El Sacudón”, y
el 4 de Febrero de 1992, cuando fue perpetrado el sangriento y fracasado golpe
de estado dirigido por Hugo Chávez.
Estas crisis, que los gobiernos del período democrático no
supieron, no pudieron o no quisieron enfrentar a lo largo de tres lustros, el
régimen de Maduro ahora las esta experimentando AL MISMO TIEMPO:
Tenemos hoy una crisis económica brutal, mucho más grave que la de 1983, pues ésta
presenta hiperinflación salvaje, destrucción de todo nuestro aparato productivo
incluyendo a PDVSA y reducción a mínimos históricos de las reservas
internacionales; Tenemos hoy, como en 1989, una convulsión social aguda, pero
mucho más grave que la anterior, porque no esta concentrada en el tiempo y en
el espacio, sino diseminada por todo el país durante los últimos cinco años,
determinada no por una escasez puntual sino por el desabastecimiento crónico de
alimentos y medicinas, el colapso simultáneo de todas las redes de servicios
públicos y el control territorial que ahora ejerce el hampa en ciudades y
pueblos; Tenemos finalmente, como en 1992, una crisis político-militar, pero
muchísimo más grave que la de hace 26 años, pues al agotamiento del sistema
político y al descontento en los cuarteles se suma ahora la ruptura de la paz
social y la destrucción sistemática de las instituciones.
AUNQUE UD. NO LO
CREA, TODO ESTO PUEDE EMPEORAR “DE GOLPE”
Esa es la bomba que hay que desarmar, si es que aun hay
tiempo para hacerlo. Pero que nadie se engañe:
Esta es una crisis terminal, no del país (porque los países no se
acaban) sino del modelo político y económico que ha enmarcado la convivencia de
los venezolanos. Esto va a cambiar, y rápido, eso es seguro. Lo que no es seguro es que ese cambio inevitable
sea para bien. No hemos tocado
fondo: Lo países petroleros,
literalmente, “no tienen fondo”. El cambio puede ser para peor, del desastre
crónico al caos agudo, de la violencia contenida a la violencia abierta, del hambre actual a la miseria abyecta. Si. Desgraciadamente , todo eso puede
pasar. TODO ESTO PUEDE EMPEORAR “DE
GOLPE”. Si la actual crisis sistémica termina en un “desenlace” nadie sabe lo
que puede ocurrir, y los peores escenarios pueden ser, además de posibles,
altamente probables.
LA RESPUESTA NO
VENDRA DE LA “MAGIA” SINO DE LA POLÍTICA
Construir una alternativa a ese peligro pasa porque en vez
de “desenlace” tengamos una “transición”.
Y no una “transición del capitalismo al socialismo”, como en forma
fantasiosa han dicho voceros oficialistas; Tampoco una “transición de la
dictadura a la democracia”, consigna utilizada por algunos voceros opositores
para quienes la palabra “transición” pareciera significar “cambio brusco”, en
vez de su real y gradualista sigificado.
En realidad, la transición que
Venezuela necesita esta más allá de la quincalla politiquera. Lo que esta planteado como urgencia nacional es
una transición que nos pueda llevar del caos a la normalidad, del hambre al
abastecimiento, de la hiperinflación a la estabilidad económica, de la tiranía
del miedo a la seguridad ciudadana que sólo puede proporcionar la
reinstitucionalización democrática del país. La condición básica para que eso ocurra es
que logremos entre todos evitar el barranco de la violencia. Por eso repetimos lo que hemos dicho
antes: La transición para que sea exitosa tiene que ser pacífica, y para que
sea pacífica tiene que ser pactada, es decir, tiene que ser construida con los
instrumentos y la racionalidad de la política.
“LOS POLÍTICOS” NO
ACTUARÁN DE MANERA DIFERENTE SI LOS
CIUDADANOS NO LO EXIGIMOS
Para que “la política” tenga espacio es necesario cambiar el
perfil y conducta de los actores: Un
gobierno fracturado y una oposición dividida no son contrapartes confiables en
ningún proceso de interacción política.
Por eso los ciudadanos tenemos hoy tareas gigantescas y urgentes. Los ciudadanos pro-oficialistas deben superar
las barreras del chantaje clientelar y del terrorismo judicial aplicado a los
disidentes, y deben presionar con dureza a sus dirigentes de las diferentes
facciones del régimen para que asuman una realidad: Ya no tienen la legitimidad
que da sólo da el respaldo del pueblo.
Ya no tienen el poder que sólo la calle da. Esa cúpula tiene, por ahora, el control de
los negocios y de las armas. Pero no
tienen el poder.
Los ciudadanos pro-opositores, por nuestra parte, tenemos
que presionar con solidaria dureza para que las tres políticas que hoy
coexisten en la oposición converjan en una única plataforma. La
oposición tampoco tiene el poder de la calle:
Tiene que conquistarlo. Para conquistarlo tiene que ser creíble, y para
ser creíble tiene que estar unida de verdad. El G4, Falcón, María Corina y Ledezma tienen
que pactar entre ellos y ponerse de acuerdo. ¿Difícil? Si, seguro. Pero más
difícil será llegar al poder y sacar a Venezuela de la crisis. Si no pueden con esto, menos podrán con
aquello.
TIC TAC… TIC TAC…
Como suelen decir los
marxistas cuando analizan situaciones como la que hoy existe en Venezuela,
vivimos tiempos “pre-revolucionarios”.
Y las revoluciones, ya lo sabemos, jamás ofrecen resultados que
justifiquen la sangre que por ellas se derrama.
Hay que evitarle más dolor y muerte a los venezolanos, hay que evitar
más hambre y más compatriotas huyendo de nuestro país. Queda muy poco tiempo para hacer bien lo que
hay que hacer, pero hay que intentarlo. Aquí. Ahora. Esto que esta pasando no es una película, es la vida. Y puede también ser la muerte. La
responsabilidad de la dirigencia inmensa. Pero el trabajo de los ciudadanos es
presionar a esa dirigencia para que actúe con la serenidad, la humildad y el
acierto que esta hora oscura requiere.
Queda
muy poco margen y muy poco tiempo, pero aun se puede. Hay que hacer que se pueda ¡Palante!