Obviamente Venezuela esta al borde de un “choque de trenes”:
Por un lado esta el sector del país que condena la gestión del actual régimen y
que rechaza la realización de una Asamblea Nacional Constituyente cuya
convocatoria no fue consultada al pueblo y cuyas bases comiciales niegan el
voto universal. La mas reciente encuesta
(la Omnibus de Datanalisis, correspondiente a Julio 2017) ubica a ese sector en
79,6% del país, una amplia mayoría nacional.
Esa amplia mayoría esta desarmada… ¡Y ojalá que así siga!
Por otro lado, esta ese 17,4% de venezolanos que aún cree
“defendible” la gestión del régimen: Burócratas, testaferros, comisionistas,
fanáticos ideológicos y un seguramente escaso pero respetable número de
seguidores de buena fe, nostálgicos del líder fallecido, integran ese sector
que –aunque abiertamente minoritario- cuenta con el control de las instituciones
de un Estado invadido por el Gobierno y de un Gobierno secuestrado por un
partido. Esa minoría esta, literalmente,
armada hasta los dientes.
INCLUSO
SI ESTAN VACÍOS, LOS TRENES SON PELIGROSOS…
En cada una de esas locomotoras están escasamente el
maquinista y sus asistentes. Los trenes marchan, a toda velocidad, uno contra
el otro. La aceleración es dramática y
el estruendo de la confrontación, previsible y de temer… ¡Pero los trenes están
vacíos!
En efecto, del tren del régimen hace mucho tiempo se bajó el
pueblo oficialista. En el andén de la
Estación “Elecciones Parlamentarias” se quedaron millones de pasajeros. Desde entonces hasta hoy todos los días alguien
se lanza de ese rojo ferrocarril desbocado, aun a riesgo de sufrir magulladuras:
Desde altos funcionarios hasta humildes seguidores, todos saltan del armatoste
no sólo porque teman estrellarse, sino porque odian estar en un choque que
sienten ajeno. Así, el tren oficialista se fue vaciando, y hoy marcha hacia la
confrontación apenas con una tripulación menguada, que esta allí sólo porque no
tiene otro remedio…
En cambio, en el tren de la oposición pasa algo curioso:
Cada vez que se dice a los pasajeros que la siguiente estación es electoral, y
que el rumbo del ferrocarril es constitucional y pacífico, el gentío plena
asientos y plataformas. Pero cuando los
discursos, el tuiter y el periscope indican a los viajeros que el destino de
los vagones es estrellarse contra otro tren, la gente se baja y los pasajeros
se convierten en espectadores.
Espectadores esperanzados, porque todos quieren llegar al Terminal
“Cambio Democrático”. Pero quieren llegar enteros, vivos.
Quieren el cambio pero lo quieren en paz.
Por eso casi ninguno se baja en la Estación “Guarimba” y son
relativamente pocos los que llegan hasta la Estación “Marcha”, pero cuando los
convocaron a votar el 16 de Julio, 7
millones 600 mil se subieron al tren para llegar a los “Puntos Soberanos”. A la mayoría le gusta el Tren del Cambio,
pero ni le dan cheque en blanco a los conductores rotativos, ni están de
acuerdo con llegar al Terminal “como sea”…
TRAS
EL CHOQUE SÓLO QUEDARÁN HIERROS RETORCIDOS…
Que los trenes vayan casi vacíos no quiere decir que el
peligro sea pequeño. Al contrario: El
choque se producirá en una zona muy poblada, los vagones descarrilados pueden derribar
edificios y personas, es decir, vidas e instituciones. Además, en ambos trenes hay furgones que
transportan líquidos y gases inflamables: Hay tanques de sed de justicia y reivindicación
de derechos, pero también de odio y resentimiento. Y también hay grandes cisternas de miedo…
Si ambos trenes pudieran llegar sin más sobresaltos a la Estación
“Cambio Democrático”, esos vagones podrían ser desplazados hasta la plataforma
“Transición Pacífica”, y allí podrían ser desenganchados en forma segura y
ordenada. Pero si chocan, esos contenedores estallarán generando una nube tóxica, cuyos efectos de
largo plazo agregarían a las bajas directas e inmediatas del choque, otros
millones de víctimas fatales, como resultado de la contaminación producida por el
odio generalizado…
Pese a esos riesgos, los cada vez más solitarios maquinistas
siguen en ambas locomotoras incrementando la velocidad y anunciando el choque, posesionado
cada grupo de una “épica” que apenas alcanza para ocultar a ratos la
verdad: Lo único que mueve a quienes
conducen el tren rojo es el miedo a perder el poder; Y la motivación fundamental de muchos de quienes
conducen el otro tren es llegar al poder, del que tienen separados casi 20
años. Tanto ansían unos y otros gobernar
la Estación Terminal, el Patio de Trenes, su Almacén y el pueblo que lo
circunda, que parece importarles poco el hecho de que si los trenes chocan el
impacto pueden destruirlo todo, y quien sobreviva al desastre en vez de
gobernar Estación, Patio, Almacén y pueblo, apenas mandaría sobre escombros
humeantes…
OIR
A LOS QUE SON MÁS, NO SÓLO A LOS QUE MÁS GRITAN...
Ambos grupos de conductores dicen tener ideas maravillosas
de cómo dirigir no sólo el tren que conducen, sino todo el sistema ferroviario.
Para que esas ideas se vuelvan realidad EL SISTEMA DE TRENES TIENE QUE EXISTIR,
y el mecanismo para elegir quien lo dirige tiene que ser DEMOCRÁTICO Y
ALTERNATIVO. Por eso el choque es dañino
para todos. Los conductores del tren
rojo tienen ya demasiado tiempo dirigiendo el sistema ferroviario, y ya el
pueblo no los quiere ni como guardavías. Los conductores del Tren del Cambio
tiene que entender que la gente no sólo quiere cambiar de maquinista, sino que
se cambie la manera de conducir.
Eso no es percibido hoy porque ambos grupos de conductores
no escuchan a los que son más, sino a los que más gritan.
Es necesario entonces que en esa Venezuela que existirá
mañana 31, y en todo el tiempo por venir, los que somos más, los que queremos
cambio en paz y por la paz, elevemos también nuestra voz y demostremos, a los
que creen ser líderes o quieren serlo, que ignorar a los que somos más y escuchar
sólo a los que gritan más es -en Política con “P” mayúscula- el camino al
fracaso, no al poder.
¡Palante!