Columna publicada originalmente el domingo 17 de julio de 2016 en los diarios La Voz y 2001
La expresión “hegemonía ilegítima” es una
redundancia. Para el hombre libre la
autoridad nace del razonamiento congruente con el ejemplo, y es legitimada por
el consenso entre iguales. Todo lo que pretenda ser “hegemónico” será entonces
diferente de lo democráticamente consensuado y, en consecuencia, inaceptable
para quien quiera vivir en libertad. Los
demócratas venezolanos estamos combatiendo a un sector político que pretendió
ser hegemónico sin dejar jamás de ser minoría, que se hizo del poder usando el
resentimiento social como palanca y la oferta engañosa como bandera, que
gracias a su corrupción e ineficiencia perdió el apoyo popular que alguna vez
tuvo y que ahora, transformado en minoría ínfima, quiere sin embargo aferrarse al poder usando
la violencia. Estando ya en la “recta
final” de esta etapa de la lucha por construir una Venezuela del primer mundo,
queremos compartir estos apuntes urgentes:
2) Recordemos y asumamos siempre la dimensión social y económica de la lucha política: Las etiquetas, los insultos, la “quincalla ideológica” lograron dividir por mucho tiempo a los venezolanos. Pero finalmente las realidades de la vida nos volvieron a unir. Durante 17 años la politiquería fue el verdadero “opio de los pueblos”, utilizado para que los venezolanos endiosaran y adoraran a quien los había sumido en la inseguridad más terrible y en la miseria más atroz. Pero en la cola frente al mercado el país se volvió a unificar, en la atestada sala de emergencias del hospital sin insumos nos volvimos a encontrar, en la calle enfrentando y denunciando a los mercenarios gobierneros que con el cuento de los “CLAP” quieren secuestrar los pocos alimentos que llegan al mercado, allí volvimos a reencontrarnos como pueblo, a reconocernos como ciudadanos, a abrazarnos como lo que somos: ¡Venezolanos todos defendiéndonos de ese adversario común que es el hambre, la corrupción y el totalitarismo!
3) Recordemos y asumamos siempre la naturaleza no caudillista de nuestro proyecto de país: El “chavo-diosdado-madurismo” no es solo un movimiento político fracasado. También es una cultura política perniciosa, una perversa manera de entender las relaciones entre Estado y Sociedad, entre gobernantes y gobernados, entre “líderes” y ciudadanos. Un anti-valor fundamental del “chavo-diosdado-madurismo” como cultura política antidemocrática es el caudillismo, esto es, la tendencia a colocar a un individuo por encima de la organización, a las “ocurrencias” de ese individuo por encima de la estrategia del conjunto, y a los caprichos de ese individuo en el ejercicio del poder por encima incluso de la historia, debido a la pretensión totalitaria de que una vez en el poder el caudillo puede reescribir la historia a su antojo y conveniencia. Al totalitarismo lo vencemos no pareciéndonos a él, sino siendo su alternativa. Por eso los demócratas no tenemos ni queremos tener “caudillos”, “mesías” ni “salvadores de la Patria”: Tenemos dirigentes, que en rigor son SERVIDORES del pueblo, no “comandantes” ni estrellas de rock. Esos dirigentes forman parte de una dirección COLECTIVA, como la que nos dio el triunfo del 6D, y están obligados a conformar una plataforma UNITARIA que garantice la gobernabilidad en la compleja transición que es inminente y en el duro proceso de reconstrucción nacional que se avecina.
4) Recordemos y asumamos nuestra propia fuerza y no caigamos en las operaciones psicológicas que el adversario monta para desmovilizarnos: El “nosotros” que ahora somos es nada más y nada menos que la NUEVA MAYORIA NACIONAL. El “partido” más importante de Venezuela es el PARTIDO DEL DESCONTENTO, al que pertenecemos 90% de los venezolanos, y la Mesa de la Unidad Democrática es la expresión político-electoral de esta mayoritaria Venezuela descontenta y esperanzada. Actuemos entonces con la serena firmeza, con la asertiva claridad de quien se sabe y se ejerce mayoría: Que ninguna provocación de las rectoras pesuvistas del CNE, que ninguna sentencia teledirigida de las togas express del TSJ nos perturbe. Que ninguna amenaza de Maduro, Diosdado o Rodriguez nos haga dudar. A ellos se les acabó el tiempo. Ellos tuvieron todas las oportunidades, todos los recursos, todo el dinero, toda la influencia, y no hicieron nada. Al menos, nada bueno para el país. Su tiempo terminó. Al pueblo venezolano no lo desmoraliza ningún malandro. Empieza un nuevo ciclo histórico, que tendrá al ciudadano movilizado como protagonista y al bien común como centro ¡Palante!
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