Columna publicada originalmente el domingo 4 de diciembre de 2016 en los diarios La Voz y 2001
Lo que se deba hacer para evitar que la crisis venezolana
termine en un desastre del que todos tengamos algo que lamentar tiene que
hacerse ya, en las próximas horas, en los próximos días. Las estrategias desarrolladas tanto por el
gobierno como por la oposición están ya vencidas por la realidad. Y no es verdad que tanto el oficialismo como
la Unidad Democrática “no puedan hacer más nada”. ¡Claro que pueden! Pero valor político y coraje cívico son
indispensables para hacer bien lo que hay que hacer. Eso, y el amor por el país que hasta ahora en
muchos sitios no se ha evidenciado…
LLEGÓ
LA “CHAVIDAD”
La única cosa que el gobierno ha tenido como estrategia en
los últimos tres años se reduce a dos palabras:
“Ganar tiempo”. Ganar tiempo para
que la gente creyera que Chávez aun estaba vivo, haciendo nombramientos y
firmando actos administrativos; Ganar tiempo para que el anuncio de su muerte
coincidiera con la capacidad de hacer elecciones, de manera que campaña
electoral y pompas fúnebres fueran una y la misma cosa; Ganar tiempo esperando
que una milagrosa alza de los precios del petróleo permitiera de nuevo a la cúpula
gobernante financiar la corrupción y tapar sus ineficiencias; Ganar tiempo, en
fin, adelantando la navidad 2016 desde septiembre, en la creencia de que las
festividades decembrinas harían olvidar la crisis y le permitirían a la cúpula
corrupta llegar –jadeando, pero llegar- hasta enero 2017…
Pero resulta que “ganar tiempo” ya no tiene sentido porque
el tiempo a la dictadura se le acabó. La
mejor prueba es lo que ha ocurrido en las últimas 72 horas: ¡Tanto gastar
dinero el gobierno en adelantar artificialmente la Navidad, y resulta que
cuando de verdad llega diciembre el país colapsa! El pasado 2 de diciembre
Caracas olía a azufre: Viernes, quincena, aguinaldos, utilidades, inicio del
último mes del año, y resulta que los cajeros automáticos de los bancos no
funcionaban y los puntos de venta en los comercios estaban fuera de línea, y
cuando ante esta doble circunstancia los ciudadanos fueron ante la taquilla de
los bancos a retirar efectivo de sus cuentas se encontraron con que… ¡Tampoco
hay dinero en efectivo!, y los trabajadores bancarios se encogían de hombros
con impotencia y le decían a los usuarios que para darles su propio dinero
necesitaban una autorización “de arriba”, que además nunca llegaba.
Venezuela esta ya instalada en un colapso económico, y la
desbocada caída del bolívar frente al dólar revela que también está ya en la
autopista a la hiperinflación. Frente a
esto, sin embargo, el régimen sigue haciendo exactamente lo mismo que lo ha
conducido a esta situación de postración: Repartiendo culpas sólo a “los demás”
(Dólar Today, Credicard, JP Morgan, los marcianos, etc.. Todo el mundo es
culpable, menos ellos que tienen 17 años destruyendo la economía del país…),
insultando a la oposición política y, más recientemente, amenazando incluso a
los facilitadores internacionales de la Mesa de Diálogo Nacional. Mientras
tanto, Venezuela sigue barranco abajo.
Esta es la “Feliz Chavidad” de la que Maduro tiene medio año hablando…
LA
OPOSICIÓN, SIN EXCUSAS NI ATENUANTES
La estrategia de la oposición en los últimos tres años
también se pueden expresar con dos palabras:
“Acumular fuerza”. Desde 2013,
cuando se produce el cerrado y aun no esclarecido resultado electoral que dio
como ganador a Nicolás Maduro, la oposición asumió que tener sólo la mitad del
electorado en un país donde la otra mitad tiene el control de las instituciones
y de las armas legales e ilegales, no era suficiente. Se intensifica entonces un duro trabajo de
organización de base, al mismo tiempo que la crisis económica corroe las bases
del adversario. Superados los desencuentros del primer semestre del 2014, al
final de ese año se relanza un proceso de reunificación que culmina el 6 de
diciembre de 2015 con la abrumadora victoria en las elecciones parlamentarias.
Del 50% que tuvimos en 2013 pasamos al casi 60% con que ganamos en el 2015 y al
80% que en 2016 rechaza al gobierno y respalda la necesidad de un cambio. No
tiene sentido, pues, seguir “acumulando fuerza”. Ahora lo planteado es ejercer la fuerza ya
acumulada, y hacerlo con eficiencia, valor y sabiduría…
Pero es allí precisamente que se tranca la máquina del
avance opositor, porque para “avanzar” hay que saber hacia donde, y esa
dirección debe ser compartida por todos, porque o se avanza en unidad o no se
avanza. Y es difícil avanzar en la misma
dirección cuando agendas particulares dispersan los esfuerzos.
En efecto, ante
la gravedad de lo que vivimos (y de lo que se nos viene encima) cada quien en
la oposición reacciona con lo que tiene: Unos lo hacen con ambición, porque ven
en la crisis una ola gigantesca para que la “tabla de surf” de sus aspiraciones
candidaturales se deslice hasta la playa del poder; Otros lo hacen desde el
oportunismo, porque ven la crisis no como una ola sino como un río revuelto, y
se asumen como pescadores que pueden en esa circunstancia disputar el liderazgo
opositor; algunos reaccionan ante la magnitud de la crisis desde la búsqueda de
la solución individual al drama colectivo, y terminan optando por la emigración
o por la asimilación, es decir, por irse del país o por irse de la decencia;
Finalmente, la inmensa mayoría asiste a la crisis desde la preocupación que
puede llegar a ser angustia, angustia que puede llegar a ser desesperanza y
hasta rabia. Rabia, por lo demás,
plenamente justificada…
El tiempo para la toma de decisiones se acorta
dramáticamente. El tema económico colocó ya al país en una situación de colapso
que puede tender a agravarse hasta lo caótico en breves semanas; El tema
político está con el juego trancado por la mezcla de incumplimientos y
agresiones del gobierno, y también porque incoherencias en la oposición han
impedido aprovechar las inmensas ventajas que en materia de respaldo interno e
internacional evidentemente hoy tenemos. ES DECIR: TODOS LOS QUE TENEMOS ALGUN
NIVEL DE RESPONSABILIDAD EN LA CONDUCCIÓN DE LA OPOSICIÓN ESTAMOS SIN EXCUSAS
NI ATENUANTES. Es urgente recobrar
ecuanimidad,
asumir que el agravamiento de la crisis hace ilusorios los escenarios 2018 y
2019 añorados por Maduro, y asumir también que desalojar democráticamente al
régimen del poder en 2017 y construir gobernabilidad sólo es posible si estamos
unidos, y si esta unidad establece relaciones fluidas y armoniosas con otros
actores políticos, económicos y sociales.
Todo eso hay que hacerlo, y hacerlo ya. O el país seguirá
cuesta abajo, y la oposición
se
seguirá deshilachando lamentablemente, cada quien se reconfortará con el
grupito que le aplauda y en conjunto habremos perdido una oportunidad inmensa
de cambiar para bien la historia del país. Y, por cierto: Ni al país ni a la
historia le importará quien "tenía la razón" en el debate de las
pequeñeces. Solo importará lo que se logró y sobre todo lo que
inexplicablemente no se logró. Aún estamos a tiempo, y claro que tenemos con
que. El país democrático debe entenderse y acordarse. No hay NADA más
importante que eso en este momento. ¡Palante!
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