Columna publicada originalmente el domingo 30 de octubre
(el mismo día que se instaló formalmente el llamado "proceso de diálogo nacional") en los diarios La Voz y 2001
En el oficialismo, en lo que queda de él, los violentos (o
sería exacto decir: los MÁS violentos) hasta ahora han venido tomando el
control: Desde el rosario de detenciones arbitrarias y persecuciones feroces
contra alcaldes y otros dirigentes políticos, hasta la insólita decisión de
secuestrar judicialmente al Referendo Revocatorio y de asaltar el Palacio
Legislativo, todo parece revelar que en el régimen y en su entorno la
iniciativa política esta en manos no de quienes pudieran estar pensando en el
rescate y relanzamiento de ese proyecto, sino en las de aquellos que están
aterrorizados por cualquier perspectiva de cambio, pues saben que eso podría
significar para ellos el fin de la impunidad.
En la oposición, al menos hasta ahora, ha venido ocurriendo
lo contrario. No sólo la dirigencia
política ha venido obteniendo victorias tan importantes como la del 6D gracias
al desarrollo de la estrategia pacífica, electoral, constitucional y
democrática, sino que el pueblo, el ciudadano de a pie, ha aprendido a
distinguir entre aquellas convocatorias que son congruentes con la estrategia
pacífica y ganadora, y las que responden más bien a “repentismos”
individualistas o grupales: Cada vez que
la MUD a convocado a votar, a firmar, a validar las firmas, o a defender
cívicamente en las calles el derecho al voto como lo hicimos el pasado 1ro de Septiembre
en la Toma de Caracas o el reciente miércoles 26 de octubre en la Toma de
Venezuela, la respuesta ha sido masiva.
En cambio, otras convocatorias de tono confrontacional han tenido
respuestas más bien discretas, cuando no francamente minoritarias.
Precisamente la respuesta del régimen ante el éxito de la
estrategia electoral y pacífica de la Unidad nos ha traído a todos ante una
situación extremadamente delicada: Seguro
de que la ya convocada jornada de búsqueda de al menos 20% de las
manifestaciones de voluntad para convocar el Referendo Revocatorio se
transformaría en una masiva movilización de millones de venezolanos durante 72
horas seguidas, lo que tendría un impacto político nacional e internacional del
que no podría recuperarse, el régimen decide secuestrar judicialmente el
proceso del RR. Con esto, bloquea la
solución electoral y pacífica a la crisis, y al bloquear la solución pacífica lanza
al país en su conjunto al barranco de la violencia.
Con el asalto al Palacio Legislativo no hace
sino dar un empujón más en esa nefasta dirección. El mayoritario país democrático debe
movilizarse entonces, en defensa de su derecho al voto y exigiendo la
restitución del hilo constitucional y de la vigencia plena de la democracia. El régimen anuncia públicamente que
criminalizará tal movilización. La
confrontación, pues, esta servida. El
rumbo de colisión esta trazado, para preocupación y angustia del país
mayoritario que quiere cambio pacífico, y para deleite de las minorías
violentas que desde la comodidad de sus teclados o desde la seguridad de sus
camionetas blindadas se frotan las manos ante la inminencia del desastre.
Es en ese marco que se produce la literalmente providencial
aparición de El Vaticano en el contexto del conflicto venezolano. Precisamente en la semana en que el régimen
se roba el RR y asalta el Palacio Legislativo, el Papa Francisco envía a
Caracas un representante personal (Monseñor Emil
Paul Tscherrig, Nuncio Apostólico en Buenos Aires) para intentar lograr por la
vía del encuentro y el diálogo lo que hasta ahora el régimen ha obstruido y
saboteado usando la violencia institucional y la violencia física: Que los venezolanos podamos resolver nuestras
diferencias en paz, en las urnas electorales y no en las urnas de los
cementerios, con votos y no con balas.
Yo jamás había asistido a los
encuentros del llamado “diálogo”: El 6
de marzo del 2015 el secretario general de UNASUR, Ernesto Samper, llega a
Caracas y para evitar reunirse con el secretario ejecutivo de la Unidad convoca
a una reunión no con la MUD, sino con “los partidos de la MUD”. Los partidos aceptan tal convocatoria y se
sientan con Samper; El Secretario
Ejecutivo de la Mesa NO ESTUVO ALLÍ.
Luego, a finales de mayo de 2016, se producen reuniones SEPARADAS entre
representantes del Gobierno y representantes de partidos de oposición venezolana con los mediadores (los
expresidentes Zapatero, Torrijos y Fernandez, y los representantes de
UNASUR); Nuevamente, el Secretario
Ejecutivo de la Mesa NO ESTUVO ALLÍ.
Luego, en fecha anterior a la Toma de Caracas se produce una reunión
entre representantes del gobierno y representantes de partidos de oposición
para acordar medidas que garantizaran la seguridad de la marcha; Una vez más, el Secretario Ejecutivo de la
Mesa NO ESTUVO ALLÍ.
Días después, a
solicitud del gobierno, se producen reuniones exploratorias entre
representantes del gobierno y representantes de partidos de oposición los días
viernes 9 y sábado 10 de septiembre, en lo que se llamo “pre-diálogo”. Como en anteriores ocasiones, allí estuvieron
representantes de los partidos Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo
Tiempo y Acción Democrática, pero el Secretario Ejecutivo de la Mesa NO ESTUVO
ALLÍ.
Por eso es fácil entender que si
el pasado lunes 24 de octubre el Secretario Ejecutivo de la Mesa SI estuvo
presente en la reunión con el representante personal del Papa Francisco, con
los ex presidentes, con UNASUR y con la delegación del gobierno, eso sólo fue
posible por designación y delegación de los partidos que SIEMPRE han asistido a
esos encuentros y que en esta ocasión decidieron no hacerlo y en vez de ello se
hicieron representar en la persona del Secretario Ejecutivo de la Mesa.
Hoy domingo 30 debería producirse un
nuevo encuentro entre un representante personal del Papa, representantes del
régimen, representantes (esta vez si) de los partidos de oposición agrupados en
la MUD, los tres ex presidentes y UNASUR.
El temario es claro: Solución
electoral, libertad de los presos políticos y retorno de los exiliados,
atención a las víctimas de la crisis humanitaria y respeto a la Asamblea
Nacional.
De esa reunión podrían salir
importantes conclusiones que permitan “desescalar” el conflicto, retomar la
senda electoral y alejar los amenazantes nubarrones de la violencia. No hay que negarlo: Este encuentro se produce en un marco de escepticismo y
desconfianza. Pero entre la esperanza y
la matanza, la inmensa mayoría de los venezolanos siempre apostará a la Paz,
teniendo claro que “Paz” es mucho más que la ausencia de violencia física: Paz es también vivir con dignidad, en
libertad, con democracia, con alimentos, con medicinas y sin miedo. Esa es la Paz a la que aspiramos los venezolanos. ¡Palante!
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