El no le prestaba mucha atención a ese asunto,
pero desde muchacho era un valiente. Un valiente
de los de verdad, no un irresponsable, no alguien que por no valorar la vida la
pusiera en riesgo con ligereza.
Muchísimos años después le diría al menor de sus hijos varones: “El
valor es eso: Sentir miedo y aun así hacer bien lo que hay que hacer”. Quizá ese miedo lo embargó en 1939, cuando se
desplazó desde su pueblo a Caracas.
Atrás quedaba la escuelita unitaria en la que aprendió a leer y a escribir
y el manejo rudimentario de “las cuatro tablas”: sumar, restar, dividir y
multiplicar. Atrás quedaron las tareas
del campo y el desempeño tras el mostrador de la pulpería. Y a Caracas se fue,
a pie, que en ese tiempo era la única manera.
En Caracas hizo de todo: Ayudante, obrero,
hizo mandados y sobre todo pasó trabajo, mucho trabajo. Fue ayudante de soldador en la construcción
de la Ciudad Universitaria y también fue mesonero. En ninguno de los oficios que desempeñó
generó problemas, pero solía asumir los de sus compañeros. Defender a quienes
con el trabajaban le salía del alma, tan natural como respirar o como mirar la
cadencia suave del andar de las muchachas:
Cumplía 25 años de edad y Venezuela conocía el golpe contra Medina,
cuando se hizo sindicalista. Su
combativo ejercicio de ese rol hizo que llamara la atención del Partido
Comunista, que entonces tenía unas impecables credenciales democráticas,
ganadas en la lucha contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez.
Así fue como este campesino recién transformado en obrero
urbano se convirtió en parte activa de la resistencia contra la penúltima
dictadura. Su activismo anti dictatorial
le ocasionó tres carcelazos breves y una prisión más larga, de cuatro años, en
la Penitenciaria General de la República en San Juan de los Morros. De allí
salió al exilio. Poco duró en el
exterior, pues forzó su regreso clandestino al país. Perseguido en oriente por la Seguridad
Nacional para asesinarlo, el Partido decide trasladarlo a Portuguesa, el estado
donde con mas eficiencia podían protegerlo y donde pudo reencontrarse con su esposa
y su hijita. Allí lo agarró la caída del dictador, y en breve recibiría
nuevamente la instrucción de regresar a Caracas.
Poco duraría sin embargo la tranquilidad. Los comunistas venezolanos lanzaron su
prestigio democrático por la borda de la aventura guerrillera. La mayoría de los sindicalistas del PCV
siempre estuvieron en contra de la lucha armada, pero disciplinadamente
acataron la línea partidista. Nuevamente carcelazos y persecución hicieron
azarosos los días de este sindicalista reinventado como luchador
clandestino. Tras una década de
sangrientos errores, la Paz Democrática permite el retorno de los alzados en
armas a la lucha política.
La derrota política y militar dejó en escombros la inmensa
fuerza política y social que alguna vez tuvieron los comunistas. Dirigentes sindicales de primera línea como
Eloy Torres y Carlos Arturo Pardo fundaron junto a Pompeyo Márquez y Teodoro
Petkoff un partido llamado Movimiento Al Socialismo. Activistas destacadísimos con Alfredo Maneiro
al frente también hicieron tolda aparte, y crearon la Causa R. Algunos viejos
robles del sindicalismo comunista, como Pedro Ortega Díaz y Cruz Villegas,
permanecieron en el viejo partido y en su fantasmal central obrera.
Promotor permanente de la unidad de los trabajadores, es
decir, contrario a la existencia de “centrales sindicales” al menudeo, este
luchador social a mediados de los 70 abandona las filas del comunismo y a
principios de los 80 se incorpora a una CTV presidida por personajes como José
Vargas y Juan José Delpino, y luego a una Acción Democrática en la que el Buro
Sindical había logrado alcanzar la Secretaría General del partido en la persona
de Manuel Peñalver, lo que muchos quisieron leer como un proyecto político de
naturaleza laborista.
Allí desarrolló una febril actividad para transformar la
interacción capital-trabajo, sacarla de la vieja ecuación suma-cero y promover
una relación ganar-ganar en los factores de la producción. “No se trata de que
el obrero trabaje lo menos posible y trate de ganar lo más que pueda, porque
eso destruye la empresa y extermina los puestos de trabajo; Tampoco se trata de
que el empleador maximice su ganancia a costa de pagar salarios miserables,
porque eso desmoraliza la fuerza laboral y hunde la empresa. Es necesario utilizar la ciencia y la
tecnología y optimizar la calidad de la relación entre los factores de la
producción para lograr una elevación sostenida y sostenible de la productividad,
lo que permitirá que los trabajadores sean mejor remunerados por empresas cada
vez más exitosas”. Con prédicas como esa integró en representación del
movimiento sindical la COVEP (Comisión Venezolana para la Productividad) y el
Fondo para el Mejoramiento de la Productividad, FIM-Productividad.
Plantear cosas como estas en la Venezuela de finales de los
80 era difícil. Con un movimiento
sindical anclado en los viejos paradigmas del clientelismo y del corporativismo
estatal, el aventurero que había salido de su pueblo a los 20 años de edad
decidió romper con todo aquello y volver a reinventarse: Fue así como, ya
rayando la séptima década de vida, regresó a su terruño no para disfrutar del reposo
del guerrero sino para construir en el pueblo que lo vio nacer una Asociación
de Vecinos, una Casa de la Cultura, un Escuela-Taller de Arpa y un Festival
Musical en el que los niños y jóvenes del lugar exhibieran las habilidades
adquiridas como artesanos e interpretes de ese emblemático instrumento.
Cerró así su círculo este singular personaje que en 1939
salió de Guiripa, pasó por San Casimiro y llegó a Caracas, sin saber que sus
pasos lo llevarían también a la clandestinidad, a la cárcel, al exilio en
México y a hablar en Moscú ante el Soviet Supremo. Que supo ser crítico en el sindicalismo
comunista y en el socialdemócrata. Que fue precursor de la vinculación entre la
lucha laboral y el mejoramiento sostenido de la productividad, y del activismo
vecinal y cultural en la rudas coordenadas de la ruralidad venezolana.
Ese venezolano, ese aventurero, ese mago de la reinvención
personal, ese luchador social, ese empedernido buscador de la libertad, nació
el 4 de julio de 1919 y nos dejó hace exactamente veinte años, un 25 de marzo
de 1997. Se llamaba Laureano Torrealba.
Fue mi padre y mi maestro ¡Cuanta falta me has hecho, viejo querido! ¡Aquí
seguimos, haciendo lo que me enseñaron tu y la señora Marina! ¡Un gran abrazo!
¡Palante!
guerrero luchador social¡ salve guerrero¡
ResponderBorrarGracias, hermano!
ResponderBorrarCuánta falta han hecho en nuestra Venezuela padres ejemplares como el tuyo Chuo, que a pesar de las vicisitudes, injusticias y dificultades no resintiese de los otros o de su destino, sino que enseñe a amar al país, a entender que el país no es el responsable de los desatinos de uno que otro ambicioso dirigente u organización social, y que deje una herencia tan profunda, tan contundente que aun hoy hoy, 20 años después de su muerte, siga abriendo caminos en Venezuela. Esta vez, en los hombros de su hijo. Una abrazo. Yo también soy una hija afortunada.
ResponderBorrarComprendo en toda la extensión de la palabra tu sentir. Es normal cuando un amor se siente en cuerpo y alma a través del tiempo y la distancia. Es comprensible sentir la ausencia física pero tú lo tienes bien presente en tu alma y en tu mente. Eso es lo importante. Un abrazote. Gracias por Honrar a tus padres. Se lo merecen por haber traido al mundo a tan maravillosa persona única en su género y todo un caballero osea TÚ. Digno ejemplo de esa herencia Honesta Guerrera Luchadora con Justicia Amor y Paz.
ResponderBorrarHonrar, honra ¿no?. Buen ejercicio. Buena entrega. Lo agradecemos.
ResponderBorrarbuen día.... creo que de alguna manera somos medio familia, lejana pero familia.... Mi abuela que en paz descanse, también era de ese pueblo: Guiripa (con la u con los dos punticos), se llamaba Maria de los Angeles Torrealba, casada luego, con Rafael Seijas, tuvieron 5 hijos todos nacidos en ese mismo pueblo, entre ellos mi padre (QEPD) Francisco Jose Seijas Torrealba, quien era fotografo al momento de fallecer hace mas de 25 años en el Diario El Universal....quizás mi abuela estaba emparentada con su padre... mucha casualidad para un pueblo tan pequeño...donde por cierto fui a pasar todas mis vacaciones cuando era una niña... solo quise saludar sin mas interés y por cultura general.... saludos.
ResponderBorrarNuestros viejos son verdaderos héroes.
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