Columna publicada originalmente el domingo 19 de febrero de 2017 en los diarios La Voz y 2001
Desde el 24 de
septiembre del 2014 hasta el pasado viernes 17 de febrero de 2017 ejercí la
Secretaría Ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática. No soy yo quien deba
hacer una evaluación o “balance” de mi desempeño al frente de esa
responsabilidad. Eso le corresponde al
país, a la sociedad democrática en lucha, a todo el pueblo venezolano. Yo dejo, con aciertos y errores, un
testimonio de lucha por Venezuela y de militante amor por mi prójimo. El saldo
está allí, para el escrutinio y debate.
Quiero agradecer sí las
numerosísimas y conmovedoras expresiones de solidaridad y afecto que he
recibido, en la calle y en las redes sociales.
Con el corazón en la mano, ¡Gracias!
Y a los que me han dicho con cierta angustia “no nos dejes” les
recuerdo: He estado junto a ustedes, compartiendo angustias y construyendo
esperanzas, mucho antes de haber estado en la MUD. Y junto a ustedes seguiré cada paso del
camino que viene, cada madrugada, en el barrio y en la urbanización, donde haga
falta. Como siempre.
A mi lo que me toca
es rendir cuentas, lo cual haré en fecha próxima: ¿Cómo se logró a finales del
2014 soldar la fractura que entonces amenazaba la existencia misma de la Unidad
Democrática? ¿Cómo se hizo en el 2015 para vencer la enorme maquinaria
ventajista del régimen y el inmenso escepticismo de amplios sectores de la
oposición y, a pesar de esos obstáculos, obtener la más importante victoria que
hayamos podido cosechar en estos 18 años de lucha, demostrando con hechos que
SI SE PUEDE? ¿Qué pasó en el 2016, porque se dilapidó en expectativas fallidas
el inmenso capital político acumulado? ¿Puede esta reestructuración del 2017
fortalecer la Unidad, tanto de propósitos como de esfuerzos, para conducir al
pueblo democrático a retomar el camino de victorias? A estas y otras preguntas intentaremos
construir respuestas, respuestas para avanzar, y lo haremos en breve plazo, al
concluir las consultas que debo hacer con el hermoso equipo de gente talentosa
y trabajadora que me acompañó en este reto.
Por lo pronto, quiero
compartir con ustedes un texto que describe de manera asombrosamente exacta
como me siento en estos momentos. “Mi
alma tiene prisa” es un “poema-golosinas” escrito por Mario de Andrade, un
poeta, ensayista y musicólogo brasileño que nació en 1893 y murió en Sao Paulo
en 1945. Sin embargo, al leer sus
versos, pareciera que el poeta hubiera estado sentado al lado mío, en esas
“reuniones interminables”, o en la
tarimas llenas de “egos inflados”, o lidiando con quienes se consideran
“electos antes de la hora”, añorando el poeta como yo volver al trabajo social, al lado
de esa “gente a quienes los golpes duros de la vida le enseñaron a crecer con toques
suaves en el alma…”. El alma de Mario de
Andrade tenía prisa. La mía también:
“Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, ...muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de la hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quienes los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia…”
“Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, ...muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de la hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quienes los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia…”
Ahora más que nunca…
¡Palante!
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