Imagen: Alrededores del supermercado UNICASA en Porlamar,
donde la Guardia Nacional "Bolivariana" realizaba emboscadas en horas de la madrugada,
llevandose numerosos detenidos para que las colas en la mañana se vieran menos voluminosas.
Columna publicada originalmente el domingo 24 de Julio de 2016 en los diarios La voz y 2001
Para
Angelis y Dennis Figueroa, dos mujeres venezolanas arrojadas de un camión en
marcha por “presuntos” efectivos de la Guardia Nacional, que lo hicieron para
“castigarlas” porque protestaban exigiendo comida para sus hijos. Angelis tiene fractura de cráneo, Dennis de
cadera. Ocurrió en Porlamar, “Margarita
es una lágrima”, Venezuela entera lo es
En uno de los barrios de Petare Norte, una periodista del
equipo de Prensa Unidad intenta entrevistar a un ama de casa. Es una mujer de
tez oscura, extremadamente delgada. Como suele ocurrir en las familias de los
sectores populares, también en ésta el eje del grupo familiar es una pareja.
Pero no la pareja “clásica”, papá y mamá.
Las dos personas que son el pilar de esta familia, ubicada en la pobreza
urbana venezolana, esta integrada por la madre y la abuela. La madre tiene “veintipico”, y esta en la calle, guerreando, buscando el
sustento, trabajando como vendedora en una tienda, o como cajera de
automercado, o como buhonera, o “bachaqueando”.
Mientras, quien esta en la casa dando el frente, atendiendo a los
muchachos y tratando de mantener el barco a flote, es la abuela, una mujer que
apenas está en los cuarenta y tantos, pero a quien la pobreza, los partos, la
enfermedad y el hambre la hacen parecer mucho, mucho más vieja.
El equipo de prensa de la Unidad Democrática ha recibido una
instrucción muy clara de la Secretaría Ejecutiva de la MUD: Su misión
es hacer comunicación política de servicio público. Por eso, al revisar los
contenidos de www.unidadvenezuela.org
usted encontrará que por cada nota con una declaración de un dirigente político
hay hasta cuatro notas sobre protestas populares o testimonios directos de cómo
el ciudadano de a pié se las ingenia para sobrevivir a la crisis y para
transformar indignación en esperanza. Buscando ese tipo de testimonios, nuestra
colega de Prensa Unidad subió los 432 escalones que la llevaron, rayando ya el
mediodía, hasta la puerta de ese rancho. “Buenos días, señora. Soy periodista ¿Podría decirnos cuantas
comidas hizo su familia ayer? ¿Qué podrá prepararles hoy? ¿Cómo consigue los
alimentos para alimentar a su familia?...”
La mujer reaccionó de manera cordial, pero tímida. No expresó molestia por la presencia de la
periodista en la puerta de su humilde vivienda, incluso le permitió pasar a la
pequeña salita en la que unos muebles desvencijados eran el único confort, y unos trofeos deportivos y medallas escolares,
el único adorno. Pero no hablaba. Sus
ojos brillaban cuando oía las preguntas, sus manos temblaban cuando ofreció un
vaso de agua a la periodista, pero no contestaba.
Contó como ese mismo día, siendo ya las doce del mediodía,
no había desayunado aun. Relató como en numerosas ocasiones había dejado de
asistir a la escuela por no haber tenido absolutamente nada que comer. Refirió como en otros días la disciplina se
sobrepuso al hambre y logró efectivamente ir a la escuela, solo para oír el
sonido de su estomago vacío mientras otros compañeritos, menos desafortunados
ese día, ingerían su merienda. Compartió
incluso una referencia que la periodista advirtió en todo su dramatismo sólo
cuando escucho detenidamente la grabación: La parte en que dice que cuando esta
resfriada sufre menos, porque la gripe le quita el apetito y así no advierte el
hambre…
Mientras esto ocurre en plena Caracas, en el interior del
país la situación es mucho peor. Los
caraqueños recién están conociendo la hambruna que azota a la Venezuela
Profunda desde hace al menos siete años.
Antes, en la Venezuela que tenia gobiernos democráticos y civiles, los
habitantes del centro del país y de la faja norte-costera veían con preocupación
a nuestros compatriotas de la frontera Sur, pues esos municipios presentaban
niveles de pobreza similares a los de Haití.
Ahora la situación es al revés:
Los habitantes de la frontera cruzan puentes hacia Colombia en masivas
manifestaciones, o se dirigen hacia Brasil en largas caravanas, para buscar los
alimentos que el gobierno hizo desaparecer de los anaqueles en los mercados,
abastos y bodegas venezolanas. Pero los
habitantes del centro-norte del país, que no tienen línea fronteriza con nadie,
no tienen siquiera ese precario consuelo.
Allí los únicos que pueden utilizar sus aviones o yates para hacer
mercado en Aruba o Trinidad son los altos jerarcas del régimen, los
boliburgueses, los testaferros y demás casta de enchufados. El resto del pueblo esta o languideciendo en
las colas o asfixiados en la garras “cívico-militares” del bachaqueo.
En los pueblos y en los barrios el venezolano no puede ser
engañado. Todos sabemos que la caída de los precios del petróleo no es la causa
de esta tragedia, porque TODOS los países petroleros ha sufrido por la caída de
los precios y NINGUNO está, como Venezuela, sin alimentos ni medicinas. También el pueblo sabe que la única “guerra
económica” que existe en Venezuela es la que el Gobierno ha desatado contra la
gente de trabajo. El pueblo ha visto como
los altos funcionarios, la alta dirigencia del PSUV y sus “amigos”,
testaferros, socios y “relacionados” han cambiado de casas, de carros, de
hábitos y hasta de aspecto, mientras que el pueblo enflaquece víctima de lo que
ahora en la calle todo el mundo llama “la Dieta de Maduro”. El pueblo sabe, en
fin, que la vocación ladrona del régimen es tanta que hasta en la distribución
y venta de las bolsas de comida por parte de los activistas políticos de los
llamados “CLAP” ha sido denunciada la existencia de irregularidades,
favoritismos, exclusión y corruptelas. Para decirlo con palabras de nuestro
pueblo, “estos tipos no tienen paz con la miseria”.
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