Columna publicada originalmente el domingo 14 de febrero de 2016 en los diarios La Voz y 2001
El Barrio
Bicentenario queda en Altos de Carapita.
Pertenece a la parroquia Antímano, pero queda tan, tan alto, que la
manera más eficiente de llegar allí es por la carretera de El Junquito.
En el sector Las
Malvinas, calle Alberto Adriani, hay una dama que personifica la historia del
barrio. Su nombre es Celina
Rosales. Era muy niña cuando hace 58
años participó en la resistencia democrática contra la penúltima
dictadura. Luego llegó a estos lares, en
tiempos en los que en Antímano hacía frio y había neblina. Aquí empezó
defendiendo a sus hijos, luego defendiendo a su calle y terminó defendiendo a
todo el barrio, que bajo su liderazgo realizó luchas que terminaron
consiguiendo el asfaltado de las calles, la construcción de la escuela y la
construcción y dotación de lo que durante años fue no sólo apoyo sino además
orgullo para toda la comunidad: El
ambulatorio, pero no un ambulatorio cualquiera, sino un ambulatorio “tipo 1”
con capacidad para albergar varias consultas y proveer a la comunidad de
diversos servicios, desde el control de embarazos y de niños sanos, hasta
vacunación y odontología.
Pero llegaron al
barrio tres plagas. No, no vamos a
hablar todavía de Zika, dengue o chinkungunya.
Las plagas a la que nos referimos son la demagogia, la ineficiencia y la
corrupción, una trilogía que algunos resumen en una sola palabra: “Revolución”.
Bajo el impacto de esta desgracia, muchos logros de la comunidad fueron
agredidos. El agua escaseó mas que
antes, la inseguridad arreció. Pero en
particular una derrota duele especialmente a los habitantes del sector: El dispensario, logro de todos, fue cerrado
por “el gobierno de los pobres” hace casi una década. Y su dotación y mobiliarios, conquistas de la
gente, fueron robados.
Fue a esta
comunidad, en estas condiciones, a la que llego este sábado 13 de febrero la
Jornada Social promovida por la Mesa de la Unidad Democrática, la Asociación
Civil Radar de los Barrios y el Voluntariado Médico “Amigos de Sucre”,
AMISUCRE. Este es el tipo de jornadas
que no se inventa, no se improvisa, sino que se construye. Previamente, gracias
al estrecho contacto que con el liderazgo comunitario local tiene la gente del
Radar de los Barrios, los médicos de Amisucre lograron concertar con la
comunidad los requerimientos logísticos de la Jornada: La casa de un vecino se habilitó para
albergar el consultorio de Dermatología, otra un tanto más amplia sirvió para
improvisar en sus espacios los consultorios de Cardiología y Traumatología, en
otra vivienda se dio cobijo a la consulta de Medicina General y Pediatría, en
otra más se habilitó la consulta de Neumonología y allí mismo se dispuso la
“farmacia” que sirvió de apoyo a la jornada, nutrida con donaciones de laboratorios
y particulares. Así, la Unidad Democrática, el voluntariado médico y los
luchadores sociales organizados transformaron a la calle Alberto Adriani del
sector Las Malvinas en el Barrio Bicentenario de Antímano en un Hospitalito de
Campaña, en un espacio de salud contra el gobierno enfermante.
Los EXCELENTES
MEDICOS VENEZOLANOS asistieron numerosísimos casos en estos consultorios
improvisados, dieron atención y prescribieron tratamiento, apoyados en la
farmacia del operativo. A muchos
pacientes tuvieron que remitirlos a sus consultas particulares, en hospitales y
clínicas, donde los atenderán de manera igualmente gratuita.
Además de la
atención médica, la Jornada Social también incluyó una Mesa de Asistencia
Legal, en la que abogados voluntarios prestaron apoyo gratuito a los habitantes
del barrio en materia de redacción de documentos y resolución alternativa de
conflictos.
Mientras toda
esa hermosa labor transcurría, desde una olla gigantesca se levantaban
apetitosos aromas: En un barrio donde hasta conseguir agua para hacer sopa es
una hazaña, cada vecino puso un ingrediente para el sancocho comunitario del
que comieron médicos, pacientes y familiares.
Verduras, pollo, huesos de res, cada quien puso algo, lo poco que
podía. Pero todos comieron. Y, como bien dijo la coordinadora del Radar de
los Barrios y diputada por Caracas Evelyn Martínez, además de valor nutritivo
esa sopa tenia dos valores adicionales:
El valor de la solidaridad de pueblo con pueblo, y el valor de la
organización comunitaria.
Esa mañana de
sábado no fue necesario hacer mucho esfuerzo para explicar a los vecinos del
barrio las trapacerías del Tribunal Supremo de Justicia, ratificado en su
condición de apéndice judicial del gobierno. Celina Rosales lo dijo con
claridad: “Eso es una
sinvergüenzura. El pueblo ya dijo que
queremos cambio. Y el cambio no lo para
nadie. Aquí en el barrio nosotros
movilizamos los votos de la Unidad en los jeep que mandó el gobierno, y les
ganamos a punta de votos. Y les
volveremos a ganar, porque esto no se aguanta”.
Así se ve al TSJ
desde el barrio. Y así se combate, desde
el barrio, las trampas del gobierno:
Volviendo al casa por casa, ahora no para buscar votos, sino para llevar
esperanza y construir organización.
¡Palante!
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