Columna publicada originalmente el domingo 5 de junio de 2016 en los diarios La Voz y 2001
El
día 4 de Mayo, cuando por primera vez la presidenta del CNE saboteó la
reunión de ese organismo con la MUD, estaban aun recientes los intensos
disturbios por hambre que en Maracaibo dejaron el saldo de 72 comercios
afectados en una sola noche, y el país aun no se recuperaba de una
noticia estremecedora que llegó desde Delta Amacuro: Venezolanos se
enfrentaron a golpes disputándose trozos de comida descompuesta que
habían obtenido tras saquear… ¡Un camión recolector de basura!
CLAP Y PARAMILITARES MADURISTAS: HAMBRE Y TERROR
Un
mes después, el pasado jueves 3 de junio, cuando por QUINTA VEZ
nuevamente esa reunión CNE-MUD fue saboteada por una insólita suspensión
hecha 5 minutos antes de la hora prevista para su realización, ya los
severos disturbios por hambre tenían como escenario no el extremo
occidental del país o el lejano delta del Orinoco, sino las principales
avenidas del centro de Caracas. A pocas cuadras del CNE, mientras las
rectoras pesuvistas de ese organismo rehuían el cumplimiento de su deber
constitucional, en las avenidas Urdaneta, Fuerzas Armadas y San Martín
grandes grupos de ciudadanos que reclamaban indignados acceso a los
alimentos de primera necesidad se enfrentaban a la fuerza pública y a
los grupos paramilitares maduristas, mal llamados “colectivos”, que esa
tarde aciaga además de reprimir a la población agredieron, robaron y
vejaron a un total de 19 periodistas que cubrían aquellos hechos.
Todo
este cuadro revela y resume, con mucha mas eficiencia que cualquier
discurso, cual es la profundidad de la crisis venezolana, y cuales son
las respuestas que ante el país están planteadas: La crisis económica,
social, política y moral del régimen es de carácter TERMINAL. El
madurismo no garantiza ni gobernabilidad económica, ni seguridad
ciudadana, ni el funcionamiento ordinario de los más elementales
servicios públicos. Ante este caos de hambre, sed, apagones y crimen
desatado, la receta de Maduro para aferrarse al poder consiste en
controlar a la población mediante la mezcla de hambre y terror.
UN REGIMEN BACHAQUERO Y PRAN
La
inviabilidad del plan madurista es evidente en la calle, que lo repudia
con fuerza. La pretensión de eliminar el expendio de los productos
básicos de consumo masivo a través de la red de comercios, y darle el
monopolio de la distribución y venta de tales productos a grupos de
activistas políticos oficialistas, busca convertir al régimen en una
suerte de “bachaquero único”, encargado de suministrar alimentos sólo a
quienes muestren sumisión al régimen y de castigar con hambre cualquier
disidencia. Una operación como esta implica ejercer una violencia
desmesurada contra la población, y conscientes de que la inmensa mayoría
de los efectivos de la Policía Nacional “Bolivariana” y de la Guardia
Nacional están renuentes a reprimir a una población hambrienta que
incluye a sus propias madres, esposas e hijos, entonces el régimen
coloca de nuevo en la calle a los grupos paramilitares oficialistas que
el jueves pasado fueron vistos reprimiendo ciudadanos y agrediendo
periodistas. No son ya “colectivos” con consignas políticas y pretextos
ideológicos, sino grupos hamponiles que -además de reprimir y
amedrentar- roban y atracan a sus víctimas en medio de la más absoluta
impunidad, imitando así el “orden por miedo” establecido por el
“Pranato” en las cárceles venezolanas...
EL PAÍS DEL CAMBIO
Frente
a ese camino madurista, de degeneración y deterioro, de hambre y
terror, se levanta la alternativa que busca el mayoritario país que
quiere cambio. Una nueva mayoría integrada por quienes siempre nos
hemos opuesto al régimen, y por quienes ahora descubren su verdadera
naturaleza; Una nueva mayoría compuesta por los pobres de siempre y por
los empobrecidos de ahora. Una nueva mayoría que no desea “participar
en la rapiña”, como quisiera el madurismo, sino que quiere ACABAR con la
rapiña, y construir un país donde el estudio y el trabajo productivo
sean las vías seguras para mejorar la vida de manera sostenible.
El
país que quiere cambio, encabezado por la MUD, quiere dotar a Venezuela
de un nuevo gobierno capaz de ordenar la economía para garantizar a los
ciudadanos el acceso a los alimentos y las medicinas, un nuevo gobierno
que combata al hampa en vez de reprimir abuelitos y atracar
periodistas, un nuevo gobierno que restablezca progresivamente la
calidad y cobertura de los servicios públicos fundamentales en vez de
echarle la culpa de los apagones a los ciudadanos o a los
trabajadores, un nuevo gobierno, en fin, que trabaje por el país siete
días a la semana y no sólo 4 días al mes...
COMBATIVIDAD SERENA VS. DESESPERO MADURISTA
El
absurdo plan madurista para aferrarse al poder revela los niveles de
desesperación de un régimen que esta en caída libre, un régimen que es
derrotado electoralmente en la parroquia 23 de Enero y en la OEA, un
régimen al que lo abandonan sus seguidores de Catia y sus aliados de
UNASUR. La conducta absurda y errática del régimen se debe a eso: A su
desesperación. Aquí el desesperado es Maduro. Lejos de estar
desesperado, el pueblo venezolano lo que esta es arrecho, indignado,
dolido. Pero al mismo tiempo, esta esperanzado. Esperanzado en que
esta situación no la aguanta nadie, en que esto tiene que terminar en
breve y que tras superar este amargo momento de la historia venezolana
seremos capaces de abrir caminos de progreso y avance.
Pero
eso requiere de nosotros, de esta nueva mayoría nacional expresada
políticamente en la MUD, una mezcla poco usual en la política
venezolana, una necesaria combinación de combatividad y serenidad. En
efecto, pasa a veces que cuando algunos actores políticos quieren ser
"reflexivos" se convierten en pasivos, en expectantes, en
desmovilizadores, generando así descontento y decepción en sus
seguidores. Otras veces, cuando quieren mostrarse "combativos", se
comportan de manera desmesurada, desbocada, peleando hasta con su
sombra, generando una hiperactividad que a menudo desemboca en derrotas,
y en más decepción. Hoy, cuando lo que está en juego es nada más y
nada menos que la posibilidad de poner fin a esta pesadilla, el país
requiere de TODOS tener la MADUREZ necesaria para postergar ambiciones
que pueden ser legítimas pero que hoy no son pertinentes, y poner por
encima de todo la UNIDAD no sólo de palabra, sino también de propósito y
de acción.
Este pueblo ha
sufrido mucho, y se merece la victoria que poco a poco entre todos hemos
venido construyendo. Todos somos necesarios, pero nadie es más
importante que un pueblo unido. ¡Palante!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario